La fe un ejercicio
Porque mientras la marea rompe en vano
no parece ganar nada con su afán,muy atrás, creando arroyos y ensenadasinunda, en silencia, la playa principal.Evita las luchas inútilesARTHUR HUGH CLOUGH
Bien situada en el Nuevo Testamento, como un delicioso chile jalapeño en un sándwich vegetariano, se halla la breve epístola de Santiago. Más enfáticamente que los relatos que leemos en los evangelios, que las maravillas que se narran en los Hechos de los Apóstoles, o que la teología de la Epístola a los Romanos, Santiago nos exhorta a cumplir nuestra responsabilidad de actuar.
"¿Fe? -pregunta-. Muéstrame tu fe, y yo te mostraré la mía mediante mis acciones".
En Hebreos 11 encontramos una lista de los héroes de la fe y, el autor, mencionando solo unos pocos, muestra que ellos actuaron por fe. Al separar las ovejas de los cabritos, Jesús no señaló una diferencia en las creencias, sino en la acción. "Por cuanto lo hicisteis a uno de estos pequeñitos..." El cristianismo, en su forma más pura, no es un catálogo de doctrinas; no alcanza su cenit en una prosa lírica, ni en argumentos agudos o bien articulados. El cristianismo puro se manifiesta, más bien, visitando a los huérfanos, a las viudas y a todos los que sufren. En Filipenses 4:8 Pablo nos insta a pensar en todo lo puro, lo amable y lleno de gracia; pero en el siguiente versículo conmina enfáticamente a sus lectores a actuar.
Elena G. de White escribió: "El único modo de crecer en la gracia consiste en hacer desinteresadamente la obra que Cristo nos encomendó: dedicarnos, en la medida de nuestra capacidad, a auxiliar y beneficiar a los que necesitan la ayuda que podamos darles. La fuerza se desarrolla en el ejercicio; la actividad es la condición misma de la vida. Los que se esfuerzan por mantener su vida cristiana aceptando pasivamente las bendiciones comunicadas por los medios de gracia, sin hacer nada por Cristo, en realidad lo que pretenden es comer sin tener que trabajar. Pero el resultado de esto, tanto en el mundo espiritual como en el temporal, es siempre degeneración y decadencia. Las persona que se negara a ejercitar sus miembros no tardaría en perder la facultad de usarlos. Asimismo, el cristiano que no ejercite las facultades que Dios le dio, no solo dejará de crecer en Cristo sino que perderá la fuerza que tenía" (El camino a Cristo, pp. 118, 119).
Recuerdo bien a una estudiante a la que yo instruía cuando ella estaba haciendo su internado. Era su primer día a nuestro servicio y había sido asignada para ayudar en el quirófano. Como siempre tengo la inclinación a enseñar, comencé en el lugar donde uno se lava las manos. La preparación de la asepsia era el tema de discusión; hablé del peligro de las quemaduras químicas si se usa demasiado líquido y este se escurre hasta la espalda del paciente, la importancia de cepillarse bien las manos y las uñas, la ventaja de recortar el pelo del paciente en lugar de afeitar la piel, etcétera.
Después de enseñar la preparación en detalle y los procedimientos para practicar una histerectomía, los campos quirúrgicos o apósitos alrededor de donde se haría la incisión fueron cuidadosamente colocados en su lugar. Yo quería evitarle a mi "interna" la mala costumbre que tienen algunos colegas de sujetar esas tallas a la piel del paciente, pues las punzadas seguramente le causarían dolor postoperatorio. Hablamos también de los tipos de incisiones, así como sus pros y sus contras.
Después le llegó el turno a la incisión misma y cuán importante era sostener el bisturí correctamente para evitar un corte biselado u oblicuo. Demostré también la necesidad de hacer el corte en ángulo recto con la superficie. Luego venía la homeostasis, el uso del cauterio y las pinzas mosquito. las capas anatómicas fueron cuidadosamente descritas y, finalmente, se hizo la incisión.
Para mí era muy importante que la interna comprendiera que el respeto por la persona incluye el manejo delicado de los tejidos. No debería hacerse nada descuidada o irrespetuosamente.
Moviéndome con la comodidad que da la experiencia de haber realizado más de doscientas intervenciones, llegamos al momento de cerrar, reparando cada capa con cuidado meticuloso, repitiendo lo que solía decir mi antiguo mentor, Walter Hannah: "Lo que Dios juntó, no lo separe ningún cirujano". Juntando con mucho cuidado los bordes de la piel, y sin dejar la más pequeña parte suelta para no exponerla al contagio y posiblemente a la infección, terminé la intervención con sano orgullo como cirujano.
Miré a la interna. "Bueno -dijo ella-, fue fácil. Creo que yo podría hacerlo". Reconocí el elogio que aquellas palabras implicaban, pero también noté una falta de comprensión de los detalles de lo que acaba de presencia. Además, ¡ella solo había llegado al quirófano una hora y media antes!
El siguiente caso era otra histerectomía (esto ocurría antes que se pudieran hacer las histerectomías vaginales laparoscópicamente). Como la interna había observado el proceso de una sola histerectomía y había expresado su confianza, le extendí el escalpelo, diciéndole: "Hágala usted; yo la asisto".
Ella miró el abdomen de la paciente, hizo todos los preparativos para el corte y luego, mirándome, preguntó: "¿Dónde hago la incisión?" Lo que había parecido tan fácil cuando otra persona lo estaba haciendo ahora adquiriría una perspectiva diferente: "¿Por dónde comienzo?"
Así también, la religión es muy fácil en teoría, muy atractiva para discutirla, incluso estimulante para el debate, pero sumamente difícil para practicarla.
En el librito The Practice of the Presence of God - Conversations and Letters of Brother Lawrence (La práctica de la presencia de Dios. Conversaciones y cartas del hermano Lawrence, Epworth Press, Frank H. Cumbers, Londres) se describe "el ejercicio de la presencia de Dios", por la cual "estamos con Aquel que es nuestro destino". El hermano Lawrence descubrió que ya estuviera fregando el piso, lavando los platos, tendiendo las camas o planchando, podía vivir totalmente consciente de la presencia de Dios y, al hacerlo, transformó su vida diaria en una alabanza. El cambio de la teoría a la práctica, de la teología a las buenas obras, produjo tal gozo en su vida que fue capaz de ser una alabanza viviente. Nosotros también debiéramos ser una alabanza viviente al enfocarnos en la presencia de Dios, siempre y en todo lugar, y en su interés personal en nosotros sus hijos.
Vivir en la presencia de Dios transforma la fe de una creencia pasiva a una alabanza viviente activa. Dejamos de ser espectadores pasivos que contemplan alguna actividad para llegar a ser participantes en ella.
No estoy sugiriendo que no hay beneficio en la teoría, sino que es en la prueba de la práctica donde se revela nuestra verdadera fortaleza. Cuando Roger Bannister rompió la barrera de los cuatro minutos en la carrera de la milla, puso en práctica los principios de la fisiología y el ejercicio. Al conseguir el apoyo de sus dos amigos, Chris Chataway y Chris Brasher, Bannister reconoció la importancia del aspecto mental de la carrera. Comprendió que no bastaba que los músculos fueran entrenados sino que su mente debería también estar concentrada, desafiada y estimulada.
En el reino de la fe, el apóstol Pablo compara la carrera de la vida con la perseverancia de un atleta para alcanzar su objetivo. Después de dedicar el capítulo 11 de Hebreos a los héroes de la fe, en el siguiente capítulo nos anima a convertirnos en atletas de la carrera del evangelio. Pablo apunta a la nube de testigos, espectadores en las gradas por así decirlo, y nos anima a correr la carrera de larga distancia. En esa vida de alabanza viviente deberíamos dejar de lado todo peso, dice Pablo, refiriéndose a la práctica de los atletas de sus días que se entrenaban cargando pesos a la espalda. "Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante" (Heb. 12:1).
Nuestra meta debe ser clara y bien definida; nuestro objetivo, preciso. Michael Phelps, antes de participar en los Juegos Olímpicos de 2008 se había propuesto la meta de ganar más medallas que ningún otro atleta en la historia. Entrenándose con ese blanco en vista, tuvo éxito ¡y dejó asombrado al mundo!
Pablo insta a los cristianos a mantener sus ojos fijos en Jesús, "el autor y consumador de la fe". ¡Oh, si cada uno de nosotros lo hiciera! En el mes de enero de 2009 Michael Phelps fue fotografiado fumando marihuana y la instantánea dio la vuelta al mundo. El error le costó millones de dólares de patrocinio. Pablo comprendió la trascendencia del enfoque espiritual, su importancia para el éxito. Por desgracia, al apartar nuestros ojos de Jesús nos volvemos descuidados con nuestra salud espiritual solo para descubrir, después, que estamos atrapados por el pecado que, ciertamente, nos vence con facilidad.
Cuarenta y seis días después que Roger Bannister batiera el récord de los cuatro minutos (corriendo la milla en tres minutos, 59.4 segundos), John Landy, de Australia, rompió el récord de Bannister en una carrera en Finlandia. Recuerdo muy bien todo el revuelo que se produjo alrededor del corredor más rápido del planeta. El 7 de agosto de 1954, los dos atletas se encontraron frente a frente para disputar la milla en los Juegos de de la Commonwealth, celebrados en Vancouver, Columbia Británica, Canadá.
Publicitado en aquel tiempo como "el milagro de la milla" y corriendo como el campeón mundial que era, en la tercera de las cuatro vueltas John Landy llevaba como unos nueve metros de ventaja. Pero faltaba la última vuelta, que era la decisiva. Ambos corredores comenzaron a acelerar hacia la línea de meta. Forzando hasta el extremo cada tendón y cada nervio, avanzando con toda la fuerza de la que disponían, aquellos atletas se acercaban al premio. Luego, escuchando las pisadas, y tal vez hasta el aliento de Bannister en su nuca, Landy miró sobre sus hombros para ver a su oponente. Como la esposa de Lot, la mirada hacia atrás tuvo enormes consecuencias. Bannister lo pasó, como una flecha, arrebatándole la victoria a su adversario.
Cuán importante es que, en la alabanza viviente, el ejercicio de la mantenga sus ojos fijos en Jesús. En lo que podemos llamar su párrafo de despedida, Pablo pudo decir: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe" (2 Tim. 4:7).
Mantener la fe significa alabanza viviente
Mantener la fe es mucho más que meramente entretener, o impresionar, a la "nube de testigos". Nuestro deber hacia los demás es muy importante, pero la importancia de ellos es la misma que la nuestra. Debemos amarlos como nos amamos a nosotros mismos; pero la alabanza viviente, mantener la fe, significa que disfrutamos la gracia de Jesús en nuestras vidas. La práctica de la presencia de Dios transforma nuestra fe en la misma experiencia del cielo, aquí y ahora. El débil es capaz de ser fuerte y el lento se vuelve rápido, porque la batalla no se gana por el poder o la fuerza, sino por el Espíritu. Entender esto le permitió a Salomón escribir en Eclesiastés 9:11:
"Que ni es de los veloces la carrera,
ni de los fuertes la guerra,
ni aun de los sabios el pan,
ni de los prudentes las riquezas".
Alabanza viviente significa conocer a Aquel a quien nosotros alabamos.
Un joven siempre procura impresionar a una señorita con cumplidos. Ese tipo de palabras quizás puedan fascinar y cautivar, pero solo si son lo suficientemente veraces como para ser convincentes. Uno tiene que conocer muy bien el objeto del afecto para poder elogiarlo en forma significativa.
En algunas culturas tener un poco de sobrepeso se considera muy atractivo, mientras que en otras se aprecia más la esbeltez de líneas. He escuchado a una persona de la primera cultura que, con la intención de agradar, elogiaba a una mujer norteamericana por su "gordura". ¡Sin conocer el objeto del elogio o la alabanza, es muy difícil alabar! Por lo tanto, el primero y más imperativo fundamento en la alabanza viviente es conocer a Aquel a quien alabamos.
Para conocer a Dios como Creador, como Redentor, como Consolador, como Padre, como Hermano, es necesario que le entreguemos todo nuestro ser. Del mismo modo que una pareja que se ama une sus mentes, sus espíritus, sus actividades sociales, incluso sus cuerpos, así debemos alabar a Dios: con todo nuestro ser.
Muchos de nosotros creemos que la vida saludable se logra mediante lo que no hacemos. No fumamos, no bebemos alcohol, no comemos carne y, quizás, ni siquiera bebemos leche. Pero la salud es mucho más que esto: ¡es la forma cómo vivimos!
Ejercicio. ¡Haga algo!
Hace años se popularizó el eslogan "¡Haga algo!", dirigido más bien a quienes comen papitas sentados en un sofá, o a un estudiante esclavizado frente a una computadora, o a otro estudiante cuyo obsesivo propósito era simplemente pasar un examen. Ese eslogan está dirigido quienes llevan una vida desequilibrada y claudicante. La frase viene a mi mente al pensar en el privilegio de alabar a Dios con nuestros cuerpos. Nosotros ciertamente necesitamos "hacer algo" para poder alabar a Dios en todos los aspectos de nuestra vida. Y sin embargo, hay algo descuidado por la mayoría de nosotros: el ejercicio.
Me encanta la historia de Elías, el profeta de reacciones humanas; tan portentoso cuando era movido por el Espíritu, aunque interiormente débil, así como fortalecido por un poder exterior. Después de la gloriosa experiencia del monte Carmelo y el triunfo del verdadero Dios, con "la mano de Jehová sobre él", Elías corrió delante del carro de Acab hasta la entrada de Jezreel. Aunque seguramente Dios le dio la fortaleza para llevar a cabo tal hazaña, se supone que estaba en buenas condiciones físicas también. Fue evidente que glorificó a Dios con la agilidad de su cuerpo. También recuerdo al rey David que danzó delante del Señor. David utilizó su propio cuerpo para expresar su gozo por lo que Dios estaba haciendo por él y por Israel. A algunos de nosotros también nos gustaría danzar delante del Señor, pero a veces lo más que podemos hacer es crujir.
Conozco a dos personas, Elie Honoré y su esposa Marie Elise, que han aprendido a dar alabanza viviente mientras hacen ejercicio. Cuando comenzaron a caminar sistemáticamente Marie sufría dolores en las articulaciones y a Elie le faltaba el aliento para realizar el más leve ejercicio. Pero en vez de concentrar su atención en sus cuerpos doloridos pensaron en Dios, y decidieron alabarlo mientras caminaban. Comenzaron con caminatas cortas, aumentando poco a poco el ritmo y la distancia. Con frecuencia cantaban juntos mientras caminaban. No pasó mucho tiempo cuando cada mañana ya estaban recorriendo seis kilómetros, mientras meditaban durante una hora completa en el amor de Dios. Habían hallado la forma de vivir su alabanza.
Muchos carecen de salud y no tienen buena condición física. Cuando del ejercicio se trata, la palabra FIT es otro buen acrónimo. La F significa Frecuencia, la I Intensidad, y la T Tiempo o duración. Si hemos de ser alabanzas vivientes, debemos tener FIT; es decir, buena condición física.
Elena G. de White escribió lo siguiente en El ministerio de curación: "La acción constituye una ley de nuestro ser. Cada órgano del cuerpo tiene su función señalada, de cuyo desempeño depende el desarrollo y la fuerza de aquel. El funcionamiento normal de todos los órganos da fuerza y vigor, mientras que la tendencia a la inacción conduce al decaimiento y a la muerte. Inmovilícese un brazo, siquiera por algunas semanas, suéltelo después y se verá cuánto más débil resulta que el otro que siguió trabajando con moderación durante el mismo tiempo. Igual efecto produce la inacción en todo el sistema muscular" (pp. 181, 182).
Ese tipo de ejercicio debe abarcar nuestro ser entero. nuestra mente, nuestro espíritu y nuestro cuerpo. Algunos se sienten demasiado viejos para hacer ejercicio y, sin embargo, la ciencia ha demostrado que a pesar de la edad el ejercicio beneficia a quienes lo practican. En 1998, el diario Oregonian publicó la historia de Ben Levinson, que tenía ciento tres años de edad. El anciano había establecido un nuevo récord mundial para hombres de más de cien años, lanzando la bola a 3.3 metros.
"Bueno -dirá alguno-. Es un récord para centenarios". Pero ese fue su logro. A los noventa años estaba deprimido y muy frágil, casi listo para la tumba. La falta de ejercicio lo había llevado a la pérdida de músculo y a depender de otros.
A instancias de su entrenador personal, David Crawley, Ben comenzó un programa de ejercicios. "Siéntase de ochenta otra vez, Ben", lo animaba Crawley. Ben "creció" cinco centímetros, y con sus veinte minutos de caminata diaria a tres kilómetros por hora y levantamiento de pesas tres o cuatro veces semana, pronto se convirtió en una persona diferente.
¡El ejercicio regular puede hacer lo mismo por ti!
Beneficios del ejercicio físico
El ejercicio regular no solo es una medida preventiva; también actúa para mantener la salud a su máximo nivel. Los múltiples beneficios del ejercicio físico son los siguientes:
- Ayuda a tener más energía y da sensación de bienestar.
- Contribuye a bajar la presión sanguínea. El New England Journal of Medicine publicó un estudio que comprobó que el ejercicio aeróbico bajó significativamente la presión sanguínea en pacientes hipertensos. Por lo general, la medicación es esencial para el manejo de la hipertensión; pero un programa regular de ejercicios, en consulta con el médico personal, puede ayudar a controlar la presión sanguínea.
- Fortalece los huesos. Una investigación realizada en la Facultad de Medicina de la Universidad Washington, de San Luis, Missouri, Estados Unidos, demostró (durante la duración del estudio) que una mujer puede incrementar su masa ósea en un tres o cuatro por ciento anual, haciendo ejercicio con pesas.
- Promueve el aumento del colesterol HDL (buen colesterol). Un estudio de casi tres mil hombres reveló que el ejercicio estaba asociado con niveles más altos de HDL.
- Puede ayudar a controlar la diabetes. Los estudios de la Universidad de Harvard documentaron que el ejercicio disminuye el riesgo de desarrollar diabetes en la edad adulta. El ejercicio incrementa la capacidad de la membrana muscular para transportar la glucosa a las células de los músculos. Esta transportación en particular no depende de la insulina y, por lo tanto, da como resultado una disminución de la cantidad de insulina requerida. El ejercicio sostenido, regular, conduce a una prolongada mejoría de la sensibilidad a la insulina.
- Puede disminuir el riesgo de ciertos cánceres. Los estudios epidemiológicos ponen de manifiesto una disminución de cáncer del colon entre las personas que hacen ejercicio con regularidad.
- El beneficio se produce en buena medida por las nuevas mitocondrias que se forman en las nuevas células musculares. A medida que estas se desarrollan dentro de los músculos que son ejercitados, estos se rejuvenecen, se producen más mitocondrias eficientes que llevan las propiedades de la juventud a las nuevas células. Hacer ejercicio es, en realidad, ¡rejuvenecer!
- Mejora la calidad de vida. Un panel de consenso convocado por el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos identificó otros importantes beneficios en la calidad de vida provenientes del ejercicio, por ejemplo, mejor salud mental, menos estrés, menos ansiedad, y menos depresión.
- Enriquece la comunicación en aquellos que padecen la enfermedad de Alzheimer. En un estudio que examinó la habilidad para comunicarse de dos grupos de afectados por Alzheimer, más del cuarenta por ciento de los miembros de un grupo que participaba en un ejercicio de caminata experimentó significativa mejoría en su capacidad de comunicación. En cambio, el grupo que recibió lecciones de conversación en vez de la caminata no experimentó ninguna mejoría significativa.
- Puede mejorar la salud mental. Un estudio de pacientes que no sufrían de Alzheimer mostró una mejoría considerable de las memorias después de participar en un programa de ejercicios aeróbicos de nueve a diez semanas de duración. Con el aumento de la actividad, los estadounidenses de mayor edad mostraron una mejoría de su función mental. Existe una clara relación entre el nivel de actividad y el de habilidad mental. A través del uso activo y regular del cuerpo podemos descubrir una mayor sensación de bienestar, una mayor vitalidad y una actitud más calmada y relajada ante las presiones diarias de la vida.
- Mejora la función cardíaca. Fortalece el corazón, haciéndolo más eficiente al bombear un mayor volumen de sangre en cada contracción.
Ejercicios recomendados
Existen tres tipos generales de ejercicios:
1. Aeróbicos, o ejercicios de resistencia.
2. De flexibilidad, o ejercicios de estiramiento.
3. De potencia, como los ejercicios de resistencia y levantamiento de pesas.
Aunque todos son importantes, los ejercicios aeróbicos son altamente recomendables por su efecto positivo en los sistemas cardiovascular y pulmonar, y sobre el cuerpo como un todo. El mayor beneficio es para quienes gastan más de 3,500 calorías por semana haciendo ejercicios. Sin embargo, se obtienen gran beneficio del ejercicio aunque solo se gasten tan poco como 750 calorías semanalmente.
Es importante notar que la actividad física aislada no es sinónimo de ejercicio. "El ejercicio es la actividad física planificada, estructurada, repetitiva y con propósito, en el sentido en que la mejora o mantenimiento de la buena condición física es su objetivo".
¿Qué es estar en buena forma? De acuerdo con el Colegio Norteamericano de Medicina del Deporte, "estar en buena forma es la capacidad para realizar niveles vigorosos y moderados de actividad física sin sufrir fatiga indebida". Ejemplos generales de ejercicios moderados (gastar 150 calorías) reportados por el Ministerio de Salud de los Estados Unidos, son los siguientes:
- Correr durante quince minutos.
- Practicar baloncesto durante unos quince a veinte minutos.
- Nadar durante quince minutos.
- Recoger las hojas o trabajar en el jardín durante unos treinta minutos.
- Caminata energética durante treinta minutos.
- Jugar al voleibol durante unos cuarenta y cinco minutos.
El Dr. Kenneth Cooper, famoso por los ejercicios aeróbicos, promueve el ejercicio de baja intensidad, como por ejemplo la caminata enérgica, en contraste con el trote, porque el 48 por ciento de los que corren o trotan de uno a treinta kilómetros por semana, sufren problemas articulares o musculares. La caminata nos gusta a la mayoría de nosotros porque puede realizarse casi con todo tipo de tiempo o clima y en casi cualquier lugar. Es entretenida, conveniente, barata, y constituye una forma de ejercicio que podemos disfrutar solos o con nuestros amigos. No requiere equipo especial. Zapatos cómodos para caminar y ropa adecuada es todo lo que se necesita. La caminata enérgica no deja secuelas de ningún tipo o son muy leves, pero al mismo tiempo activa la mayoría de los músculos y sistemas de nuestro cuerpo y estimula la producción de endorfinas, con la consiguiente elevación del estado de ánimo.
"Caminar, en todos los casos que sea posible, es el mejor ejercicio, porque en la caminata todos los músculos se ponen en acción".
En el año 1995, el Centro para el Control de Enfermedades y el Colegio Norteamericano de Medicina del Deporte publicó sus recomendaciones de que todos "los adultos deberían acumular treinta minutos o más de actividad física de intensidad moderada en la mayoría, de preferencia todos los días de la semana".
Ejercicio: "entrenamiento" del ritmo cardíaco
Cuando se valora el nivel máximo de ejercicio, las pulsaciones del corazón deberían alcanzar a doscientos veinte por minuto menos la edad de la persona. Esta cifra, llamada Máxima Frecuencia Cardíaca (MFC), se usa como medida para ayudar a calcular el entrenamiento de las pulsaciones del corazón, que es del sesenta al ochenta por ciento de esta frecuencia máxima.
Para una persona de cincuenta años de edad, la MFC es de 170. Esto se calcula sustrayendo la edad, en este caso, 50 de 220. Cuando una persona de cincuenta años está ejercitándose, la frecuencia cardíaca normal sería entre 102 y 136 pulsaciones por minuto (del sesenta al ochenta por ciento del MFC). Para poner en condiciones el corazón a fin de que funcione a su óptima capacidad, la frecuencia cardíaca debe mantenerse durante unos veinte a treinta minutos.
Entrenamiento de las pulsaciones cardíacas
(del 60% al 80% del MFC):
Edad
Frecuencia por minuto
20-24
120-160
25-29
117-156
30-34
114-152
35-39
111-148
40-44
108-144
45-49
105-140
50-54
102-136
55-59
99-132
60-64
96-128
65-69
93-124
70-74
90-120
Esta tabla puede utilizarse para conocer la frecuencia del pulso en la edad deseada, a fin de saber si una persona está haciendo ejercicio aeróbico adecuado. Este nivel de ejercicio mejora la eficiencia cardiovascular y el transporte de oxígeno a los tejidos del cuerpo. Un método fácil para controlar la frecuencia del pulso es contar durante unos seis segundos y luego multiplicarlo por diez.
Aunque el ejercicio moderado es beneficioso, el ejercicio excesivo, hasta el punto del agotamiento, puede resultar contraproducente.
Cuando el ejercicio es adecuado produce sensación de bienestar.
Una persona que está ejercitándose y experimenta agotamiento persistente puede estar ejercitándose en exceso.
Peligros comunes relacionados con el ejercicio:
- No estirarse ni hacer ejercicios de calentamiento.
- Hidratación inadecuada.
- Ejercicio excesivo.
- Enfriamiento inadecuado.
- Exceso de entrenamiento.
- Poco entrenamiento.
- Uso de calzado o equipo inadecuados.
- Ejercitarse en lugares excesivamente calientes.
- Ejercicio poco prudente después de estar habitualmente inactivo.
- Ignorar las condiciones congénitas conocidas o diagnosticadas.
- Ignorar los síntomas del cuerpo.
Ya hemos mencionado el útil acrónimo para recordar los elementos de un programa de ejercicios: FIT.
- Frecuencia: Debería ser al menos dos o tres veces por semana, preferiblemente diario.
- Intensidad: La siguiente información se aplica a la gente sana. (Una persona que está bajo medicación debería consultar con su médico antes de iniciar un programa de ejercicio físico). La intensidad deberías ser proporcional al nivel de condición física (Consultar la tabla de la página 44). Si la frecuencia del corazón está por encima de la cifra más elevada correspondiente a la edad, hay que bajar el ritmo. Si está por debajo de la cifra menor, tenemos que incrementar la intensidad en consulta con el médico.
- Tiempo: La duración del ejercicio debería ser de veinte minutos a una hora completa, según la frecuencia de entrenamiento del corazón. Se incluirán los ejercicios de estiramiento y calentamiento, unos veinte minutos de ejercicios aeróbicos, otros veinte minutos de ejercicios de fortalecimientos, y unos diez minutos de ejercicios de estiramiento y flexibilidad.
Ropa apropiada para hacer ejercicio
Debería usarse ropa ligera que ofrezca el máximo de libertad de movimiento y que resulte apropiada para la temperatura ambiental. Algunas telas modernas mantienen la humedad mientras permiten que escape la transpiración. Evitar los materiales con goma, porque atrapan el calor y la humedad. Por seguridad, al hacer ejercicio en zonas urbanas debe usarse ropa de colores brillantes. Los materiales reflectores pueden ser vistos mejor por los demás.
Las mujeres deberían poner atención particular a la ropa de apoyo, como sostenes adecuados para hacer ejercicio.
Calzado apropiado para hacer ejercicio
Los pies sostienen el peso del cuerpo entero, por tanto, es importante que el calzado sea cómodo y que ajuste bien. Es mejor que el calzado deportivo deje una pequeña distancia entre la punta del dedo gordo del pie y el extremo frontal del zapato, que tengan plantillas totalmente absorbentes, buen arco de apoyo, tacones sólidos y cómodos, buena flexibilidad, buena ventilación y buenos cordones para ajustarlos sin que aprieten o pellizquen. Para que el calzado quede mejor, al adquirirlo es recomendable probárselo por la tarde o por la noche, cuando los pies están más dilatados.
En la alabanza viviente nos presentamos como el "sacrificio vivo" que recomienda la Biblia. Para alabar con nuestro ser entero: espiritual, mental y físico, deberíamos ciertamente aprender a buscar al Señor.
Cuando Moisés se dirigió a los hijos de Israel, justo antes de entrar a la tierra prometida, rememoró los muchos aspectos en que los había guiado el Señor durante toda su peregrinación por el desierto. Les recordó el milagroso apoyo que Dios les había otorgado y las terribles consecuencias sufridas cuando tomaron decisiones equivocadas. Les bosquejó en detalle el consejo que les había dado, su falta de fe y confianza, y su espíritu rebelde. Luego, recordándoles que él mismo no podría entrar a la tierra prometida les suplicó que, aunque estuvieran rodeados por las naciones enemigas paganas, buscaran siempre al Señor.
"Pero si desde allí buscas a Jehová, tu Dios, lo hallarás, si lo buscas de todo tu corazón y de toda tu alma" (Deut. 4:29).
La alabanza viviente, el ejercicio de la fe, y el ejercicio de nuestra mente y nuestro cuerpo son elementos vitales en la búsqueda del Señor con toda nuestra alma.
La fe un ejercicio
Reviewed by FAR Ministerios
on
4/18/2010
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