Joab: El débil hombre fuerte de David

Imagine

Imagine que descubre la siguiente carta:

Para: Su alteza real, el honorable Absalón, hijo de David

De: Joab, hijo de Sarvia, comandante del Ejército

Sobre mi cebadal y cuestiones relacionadas.

Apreciado Señor:

Se me ha informado que mi cebadal, adyacente al que vos tenéis en el vecindario de Jerusalén, fue ayer objeto de un incendio intencional provocado por vuestros siervos. Estoy convencido de que estáis al co­rriente de tal atropello. Como bien sabéis, la cebada estaba madura y a punto para la siega. Su destrucción ha significado una importante pér­dida económica para mis intereses.

Estoy consciente de que no he respondido a vuestras invitaciones para que sostengamos una reunión. Ocurre que estaba comprometido en otras actividades muy absorbentes. Entiendo que queráis reuniros conmigo para discutir el asunto de concertar una audiencia con vuestro padre, el rey David. Opino que este no es el momento más idóneo para una reunión con él y que no produciría los resultados favorables que deseáis. Sin embargo, atendiendo a los acontecimientos recientes, soli­citaré una audiencia. El rey escucha mis consejos, y como siempre, es­pero ser de utilidad.

Permitidme que os recuerde que mi motivación y mi celo permitieron vuestro regreso a la zona. Dos años atrás me hice cargo personalmente de persuadir a su Majestad para que os trajera de vuelta de vuestro exilio en Gesur. Planeé el suceso de «la mujer de Tecoa», invertí un tiempo considerable en formarla y corrí con los gastos financieros. Mi objetivo era traeros de vuelta a la arena política de Jerusalén. Con todo, me di cuenta de que el sentimiento negativo de la opinión pública respecto a vuestra implicación en la muerte de vuestro hermano Amnón no había desaparecido del todo, y por esa razón no facilité una reconciliación in­mediata con vuestro padre el rey.

A causa de mi extensa experiencia política y la influencia sobre las fuerzas armadas, estoy convencido de que mis servicios serán de un va­lor incalculable para vuestra Alteza y vuestras futuras aspiraciones polí­ticas.

Confío que en el futuro sabréis valorar mi apoyo como yo valoro ahora el vuestro.

Atentamente,

Joab.

Personajes

Joab: Las Escrituras describen a Joab (cuyo nombre significa «Jehová es padre») como el sobrino del rey David. No mencionan el nombre de su padre, pero el de su madre Sarvia aparece 25 veces, lo que sugiere su importancia e influencia. Según 1 Crónicas 2:16, sabemos que era la her­mana de David. Joab, junto con sus hermanos Abisai y Asael, desempeñó un papel esencial en el ascenso de David al trono y su posterior gobierno. En 1 Crónicas 11:6-8 se describe el valor de Joab cuando «subió él pri­mero» a atacar a los jebuseos, quienes controlaban Jerusalén antes de que se convirtiera en la capital de David. Joab era un genio militar. Por desgra­cia, también tenía un carácter violento, como lo demuestra el asesinato a sangre fría de Abner, relatado en 2 Samuel 3:27. Joab era leal a la casa de David, aun cuando pareciera que tenía otras ideas respecto a cómo iban las cosas cuando se enfrentó a decisiones y dilemas morales.

David: Sus interacciones con su leal comandante en jefe a menudo parecían hacer florecer el lado oscuro de su reinado como rey elegido por Dios. Inmediatamente después de su segunda coronación como rey en Hebrón (en esta ocasión por todo Israel, ver 2 Samuel 5:1-5), sale a fundar una nueva capital, pero se da cuenta de que favorecer una tribu o una región sobre las demás, en lugar de fortalecer su reino lo debilita­ría, y dejaría el paso libre a futuros conflictos dinásticos. Tras la con­quista de Jerusalén (versículos 6-16), el segundo logro esencial de David co­mo rey sobre todo Israel es la derrota avasalladora de los filisteos, quie­nes al enterarse de que David había ascendido al trono, atacan al rey recientemente coronado con todas sus fuerzas (versículo 17). La acción es­tratégica final de David durante ese crucial periodo es el traslado del Arca de la Alianza a su recién fundada capital de Jerusalén (2 Samuel 6). Joab desempeñó un papel prominente durante los dos primeros trasla­dos, pero no se lo menciona cuando el arca llega a Jerusalén.

Abisai: Era sobrino de David y hermano de Joab. También sirvió co­mo jefe del ejército de David y era considerado un bravío guerrero, re­conocido por su arrojo y valentía. En una ocasión salvó la vida de David en una emboscada con los gigantes filisteos (2 Samuel 21:15-17) y al parecer dirigió una tropa de treinta guerreros, que era como una es­pecie de «milicia especializada» de David (2 Samuel 23:18, 19). Abisai pertenece claramente a la línea dura del gobierno (2 Samuel 19:21). Da­vid se refiere a Abisai como su adversario (shatán en hebreo) después que este sugiere que se ejecute a todo aquel que se haya opuesto a Da­vid durante la rebelión de Absalón (versículo 22).

Asael: El hermano menor de Joab también pertenecía a la tropa espe­cializada de los «treinta de David» (2 Samuel 23:24) además de ser el co­mandante de la cuarta división de su ejército (1 Crónicas 27:7). Aparen­temente, Asael era un excelente corredor (2 Samuel 2:18), lo que le permitió perseguir a Abner, el general de Saúl, después de la batalla de Gabaón. Tras desoír los repetidos requerimientos de Abner de no entrar en com­bate con él, este lo mata en defensa propia (versículos 18-23). Su muerte dispo­ne el escenario para que Abner muera a manos de Joab, quien lo asesinó como venganza por la muerte de su hermano Asael (2 Samuel 3:26-32).

Abner: El experimentado general de Saúl dio apoyo al débil reino de Is-boset durante los primeros años del reinado de David sobre Judá en Hebrón. Después que el rey israelita lo acusara de dormir con Rizpa, una de las concubinas de Saúl, Abner decidió cambiar de bando y ofrecer sus ser­vicios a David, quien satisfecho lo aceptó en la corte. Murió asesinado (sin previo conocimiento de David) a manos de Joab a causa de la muerte de Asael. Para más información sobre Abner, véase el capítulo sobre Rizpa.

Información sobre el contexto

La monarquía unitaria de David y Salomón del siglo X a. C. ha estado en la mira de los eruditos críticos durante las últimas décadas, y su histori­cidad ha sido repetidamente puesta en tela de juicio. [1] A pesar de la descrip­ción bíblica de sus reinos, algunas instancias han cuestionado la mera exis­tencia de David y Salomón, aunque el descubrimiento de la inscripción de Teí Dan en 1993 parece haber silenciado a los críticos más acérrimos. [2]

Tal como lo hemos indicado, la captura de Jerusalén en manos de sus primeros habitantes jebuseos fue un punto crucial del reinado de David. Al seleccionar una ubicación central que todavía no estaba bajo control israelita y convertirla en la capital del reino, David empieza la ardua ta­rea de «construir una nación».

La arqueología de Jerusalén es compleja y limitada, ya que la mayo­ría de las áreas de interés que podrían proporcionar hallazgos significa­tivos (tales como el monte del templo y sus adyacencias) están fuera del alcance de los arqueólogos por sus connotaciones religiosas para tres grandes religiones: el judaísmo, el cristianismo y el Islam. Con todo, ca­da vez se siguen encontrando más artefactos propios de la Edad del Hierro, lo que invalida la afirmación de algunos eruditos que sugiere que durante los primeros años de la monarquía, Israel no era más que una insignificante aldea o un pueblo. [3] Sin embargo, es preciso destacar que el registro bíblico no describe a David como alguien que se dedicó a la construcción de grandes monumentos u otras edificaciones, sino como alguien que estaba ocupado en la defensa y expansión de las fronteras de su reino en desarrollo. Sus destacadas victorias sobre el archienemigo filisteo (2 Samuel 8:1); el hecho de que los moabitas, los zobabitas y los arameos le rindiesen tributo (versículos 2-8); y su interacción a nivel diplomático con el reino de Hamat y otros (versículos 9, 10), sugieren que el «mini imperio» de David era grande en comparación con los pri­meros periodos tribales mosaicos. A pesar de que el reino de David apa­rentemente se extendió mucho, jamás podemos compararlo con los grandes imperios de Egipto, Asiría o Babilonia.

Joab desempeñó uno de los papeles clave en el proceso de construc­ción nacional. Su leal apoyo a David (basado también en lazos de san­gre) y su brillante genio militar proporcionaron a David una poderosa arma para su avance en el control de la región.

Acción

La primera vez que se menciona el nombre de Joab es en 2 Samuel 2:13, donde se lo relaciona con la batalla entre las fuerzas de Judá y las de Israel en el estanque de Gabaón. Sin embargo, está claro que ya se había puesto a las órdenes de David antes de que este fuera coronado por primera vez. En 1 Samuel 26: 6 se menciona su nombre en relación con su hermano Abisai, cuando David perdona por segunda vez la vida de Saúl. Durante los años que transcurrieron como refugiado el foco de atención recae sobre David y su destreza militar, lo que dejaría poco es­pacio a los que lo rodeaban.

Joab entra en la escena bíblica durante la conquista de Jerusalén (1 Crónicas 11:6-8) al ser el primero en ingresar por el túnel hacia la ciu­dad fortificada de Jerusalén, con la finalidad de tomarla para David. Du­rante la rebelión de Absalón estuvo al mando de las tropas de David que combatían contra sus hermanos israelitas, aunque en un principio invirtió considerables energías y tiempo en conseguir que Absalón pu­diera regresar a la corte (2 Samuel 14). A menudo, el consejo de Joab re­sultó útil para David (2 Samuel 12:26-28) y lo hizo entrar en razón cuan­do lloraba la muerte de su hijo Absalón. También reprochó a David por haber organizado el censo de Israel (2 Samuel 24:3), aunque David se aferró a su condición de rey y desoyó el consejo de Joab.

Tras el fracasado intento de Absalón por hacerse con el poder, David designa a Amasa como comandante en jefe de sus ejércitos a fin de fo­mentar la reconciliación (2 Samuel 19:13). Sin embargo, como era de es­perarse, Joab se disgusta con esta elección y mata a Amasa (2 Samuel 20:10) convirtiéndose sin mucho esfuerzo nuevamente en el líder del ejército de David (versículo 23).

Durante los años finales del reinado de David, Joab prestó su apoyo a Adonías, el hijo que David tuvo con Hagit (1 Reyes 1:7). No hay evi­dencia de que Joab estuviera tratando de derrocar a David, ni de que se tratara de un acto de rebelión. Al fin y al cabo, Adonías era el siguiente en la línea de sucesión al trono. Joab debió disgustarse mucho cuando no se siguió la secuencia tradicional de ascenso al trono. Con todo, su elección fue la gota que derramó el vaso y Joab no sobrevivió a la as­censión de Salomón.

En profundidad

La Biblia no registra muchos diálogos relacionados con Joab. Más bien, se lo presenta como hombre de pocas palabras y mucha acción. Muchas de estas acciones son sangrientas. En esta sección echaremos un vistazo al discurso más largo que se registra de Joab. Por raro que parezca, es puesto en boca de otra persona.

El capítulo 14 de 2 Samuel comienza con la observación de Joab de que David ha perdido a Absalón. La familia de David se había conver­tido en un verdadero desastre. Tras cometer adulterio con Betsabé y ha­ber ordenado la muerte de su esposo, David parecía haber perdido el respeto moral por su familia. Quizá su propio sentido de la vergüenza, aun después de su arrepentimiento, lo contuvo a la hora de disciplinar a sus hijos. Cuando Amnón, su hijo mayor, abusó de su hermanastra Tamar, David no hizo nada a pesar de su ira (2 Samuel 13:21). Tamar era her­mana de Absalón. Después de esperar dos años hasta que el escándalo que provocó el incidente se olvidó, Absalón mató a sangre fría a Amnón en una celebración familiar. Entonces huyó a Gesur, donde vivían los pa­rientes de su madre, y permaneció exiliado allí durante tres años.

Aquí la astucia política de Joab ve una oportunidad de oro para matar dos pájaros de un solo tiro: puede reivindicarse con David, y al mismo tiempo ganarse unos puntos con el siguiente rey de Israel en potencia. Joab muestra una gran habilidad al llevar a cabo su plan. En primer lugar, envía a buscar una mujer de Tecoa (2 Samuel 14:2). Puesto que Tecoa era el lugar de origen de los ancestros de Joab, es probable que conociera per­sonalmente a la mujer. La narración bíblica indica que ella era famosa por su sabiduría y astucia. ¿Por qué Joab necesitaba a una mujer astuta? No está claro. Lo que sí está claro es que ella era capaz de salir de una si­tuación difícil por sus propios medios. La implicación en una conspira­ción para manipular al rey era una cosa seria y potencialmente peligrosa.

En el versículo 2 encontramos a Joab tras bastidores moviendo los hilos. Le dice a la mujer qué ropa tiene que vestir y cómo tiene que ac­tuar. Le dicta qué tiene que decir, y además, se asegura que estará pre­sente para poder supervisar el correcto funcionamiento de su «montaje teatral» (versículo 21). Dado que el rey era el juez supremo y se suponía que juzgaba casos especialmente difíciles, la historia de la mujer fue construida para que fuera creíble y engañosa.

La historia contiene varios acertijos morales y legales. En esta peti­ción de juicio, David se enfrentaba a un conflicto de deberes; específi­camente, el deber de vengar de la muerte de un hermano (Éxodo 21:12) y el deber de asegurar la descendencia de la viuda y de su difunto espo­so (Deuteronomio 25:5-10). En 2 Samuel 14:8, David dictó sentencia a favor del hijo y declaró que la muerte no tenía que ser vengada. El primer pa­so se había completado con éxito y Joab por medio de la mujer astuta, lleva el caso aún más lejos. La sentencia del rey saca a relucir un asunto de culpabilidad. Aunque al hijo se le permitiera vivir, ¿qué sucedería con su culpa?

Que el rey tuviera o no el derecho de perdonar al hijo no se men­ciona, aunque el versículo 9 plantea el asunto, que por supuesto era de gran importancia para David. Como juez supremo, ¿podía perdonar a Absalón? ¿Qué diría la gente? Sobre todo teniendo en cuenta que David había dictado sentencia sin implicarse personalmente. En esta discu­sión sobre la culpa, la mujer involucró hábilmente a David.

Joab, quien había estado con él durante tanto tiempo, sabía que Da­vid era un hombre de palabra, e hizo que la mujer insistiera para que David jurara en el nombre de Dios, consciente de que David sería incapaz de incumplir una promesa tal, y a sabiendas de que la historia era una far­sa. La promesa de David en nombre de Dios prevalecería (versículo 11).

La pregunta de la mujer registrada en el versículo 13 destaca hábilmen­te que el rey acababa de establecer un precedente legal para la resolución del caso de Absalón. Si su hijo podía salvarse de las consecuencias de sus acciones asesinas, ¿por qué entonces no podía perdonar a Absalón? El uso que Joab hace del pueblo en el versículo 13 demuestra una astucia muy sutil. Joab deja implícito que Absalón era el heredero natural, y por eso le pertenecía al pueblo. El pueblo quería recuperar a su príncipe. David no tendría que preocuparse por la opinión pública, la cual estaba siendo manipulada por Joab.

El versículo 14 es el texto persuasivo principal en toda la argumen­tación de Joab. Joab usó la imagen del agua derramada para ilustrar que todos debemos morir. En otras palabras, todos finalmente tendremos que enfrentarnos al juicio de Dios. Luego, con una brillante compren­sión del carácter de Dios, Joab declaró que en lugar de eliminarnos a causa de nuestros pecados, Dios «provee medios para que el desterrado no siga alejado de él».

De manera extraña, este texto anticipa la famosa descripción del amor de Dios dada en Juan 3:16. Aquí encontramos la gran paradoja de la vida de Joab. Su teología parece sensata. De hecho, parece que comprendía mejor a Dios que muchos de sus contemporáneos. Sin embargo, no parece que ese conocimiento impregnara su conducta y su vida cotidiana. Jamás pidió que Dios tuviera misericordia de él. Lo sabemos porque tampoco se mostró misericordioso con nadie. En el versículo 15 se mantiene la ficción del caso de la mujer, pero David pa­rece que ya sospecha algo. Su declaración de que tiene miedo parece ambigua.

En el versículo 16 se deja atrás la historia y se le hace un requeri­miento directo a Absalón. El rey ya ha dado su veredicto en el caso de la mujer y ahora se destaca que el caso de Absalón se ajusta aún más a ese veredicto.

Podría parecer extraño que el versículo 17 presente a David como un «ángel de Dios», pero el término «ángel» también puede traducirse co­mo «mensajero» o «embajador», y se ajusta al papel de David como al­guien que se supone que defiende la ley divina. Finalmente, todos se despojan de su disfraz, y en el versículo 19 David pregunta a la mujer si Joab tiene algo que ver con la situación. La mujer afirma que todo es un plan de Joab y narra lo sucedido. Sorprendentemente, David se vuel­ve a Joab y le ordena que vaya a buscar a Absalón. Después de toda esta discusión sobre la misericordia y de haber impedido que el pecador permaneciera como forajido, es una lástima que ni Joab ni Absalón ha­yan apreciado, ni mucho menos permitido, la acción del Dios miseri­cordioso en sus propias vidas. A causa de la interferencia de Joab, el es­cenario queda dispuesto para una terrible rebelión que conduciría a una guerra civil.

Respuestas

La religión políticamente correcta: Mucho antes de la época de Joab, la gente ya usaba la religión con fines políticos. El problema básico de Joab es fácil de describir. Él quería controlarlo todo. Jamás estuvo dis­puesto a permitir que Dios hiciera su papel. Es interesante destacar que Joab siguió las órdenes de David a pesar de que estas violaban los man­damientos de Dios, y no tuvo problema en desobedecer las expresas ór­denes del rey para obtener algún beneficio.

Aunque Joab aparece como alguien totalmente leal a David durante la primera parte de su reinado, no tenemos que esforzarnos mucho pa­ra darnos cuenta de que a lo largo de su vida la única fidelidad verda­dera que tuvo fue hacia sí mismo. Para él, todas las cosas, incluso la re­ligión, tenían un fin político y se podían usar para su beneficio perso­nal. Joab reconoció el potencial de Absalón y quiso maquinar intrigas con el futuro rey. Sin embargo, en Absalón Joab encontraría la horma de su zapato. Absalón no agradeció a Joab que lo hiciera volver. Sencillamente, Absalón lo usó y no tardó en mostrar a Joab que podía ser tan astuto y peligroso como él mismo. Absalón llegó a incendiar los campos de Joab para forzarlo a concertar una audiencia con David (2 Samuel 14:28-33).

Después de asesinar a Amasa (2 Samuel 20:10), las acciones de Joab son justificadas con una lealtad que lo vincula a David y a Dios. El pue­blo sabía que David era el líder ungido de Dios, y por consiguiente, al serle leal a David estaba mostrando lealtad a Dios. Como Joab se había vinculado con David (a pesar de que el rey se había distanciado explí­citamente de él), el pueblo cayó en la trampa de creer que la incuestio­nable lealtad de Joab significaba, efectivamente, que este era leal a Dios. Una típica táctica de manipulación.

Desde el principio del mundo, el diablo se ha deleitado en sembrar confusión. Hoy más que nunca, es fácil confundirnos en una vida que está llena de «trampas morales». A veces aducimos propósitos nobles para justificar algo que es moralmente incorrecto.

En la historia de Joab vemos a un hombre que sin duda conoce los hechos y entiende los conceptos de su religión, pero que sigue usando a Dios para lograr sus propios objetivos. A pesar de todo el conoci­miento teológico que posee, Dios no tiene ninguna importancia real en su vida. Joab pensaba que como David siempre había sido incapaz de hacer algo por subsanar su mala conducta, él podía vivir a sus anchas y evitar las consecuencias. Olvidó que Dios no es David y que es imposi­ble engañarlo aunque la retribución no llegue de inmediato. Al fin y al cabo, «todo lo que el hombre siembre, eso también segará» (Gálatas 6:7).

Reacción

Chantal: Tuve el privilegio de ser criada en un maravilloso hogar ad­ventista, en el que crecí escuchando las historias de la Biblia. Aunque no soy teóloga, pienso que mi teología está prácticamente intacta. Des -pues de estudiar la historia de Joab, me rehúso a usar la religión como una herramienta para conseguir mis objetivos. En especial, me propon­go resistir a la tentación de usar los versículos de la Biblia para obligar a mis hijas que hagan lo que yo quiero. También debo ser cuidadosa en no usar los momentos de oración familiar para expresar mi opinión sobre la conducta de los otros miembros. Después de todo, se supone que es Dios quien debe usarme a mí en mi vida cristiana, y no yo usar a Dios para forzar la aceptación de mis propias ideas.

Gerald: Joab, con sus acciones ambiguas, provoca en mí sentimientos encontrados. Es un hombre de fuertes convicciones que no tiene pelos en la lengua y que está dispuesto a arriesgar su pellejo incluso desafian­do al rey si es necesario. Es leal pero testarudo, pues suele pensar que las cosas solo funcionan si se hacen a su manera. No tiene problemas en saltarse las normas si el fin justifica los medios. Pero, un momento: todas estas características abundan a mi alrededor y también en mí mis­mo. Joab se acoplaría perfectamente al duro mundo de los ejecutivos de negocios del siglo XXI. ¿Podemos imaginar a Joab siguiendo a Jesús y escuchando su Sermón del Monte? Me imagino que el mandamiento de Jesús para que ofrezcamos la otra mejilla lo sacaría de sus casillas. Me pregunto de qué manera «el espíritu de Joab» que me rodea afecta mis valores y mis decisiones.



[1] Para una discusión sobre la historicidad del siglo X a. C, véase Gary N. Knoppers, «The Vanishing Solomon: The Disappearance of the United Monarchy From Recent Histories of Ancient Israel» [El desvanecimiento de Salomón: La desaparición de la monarquía unitaria a partir de historias recientes del Israel antiguo] en Journal of Biblical Literature vol. 116, N° 1 (1997), pp. 19-44; Kenneth A. Kitchen, On the Reliability of The Oíd Testament [Sobre la habilidad del Antiguo Testamento] (Grand Rapids, Michigan: Eerdmans [2003]), pp. 88-158. A un nivel menos especializado, véase Gerald A. Klingbeil, «Straight from the Mule's Mouth: How Studies About the Ancient Mulé confirm the Bible's Accuracy» [Directamente de la boca de la muía: Estudios sobre la muía antigua confirman la exactitud de la Biblia] en Adventist Review (16-07-2009), pp. 14-18.

[2] La inscripción en arameo encontrada en Tel Dan, al norte de Israel, está fechada en el s. IX a. C., pero menciona por primera vez fuera de la Biblia la expresión «la casa de David» en referencia a la familia real La publicación original se puede encontrar en Avraham Biran y Joseph Naveh, «An Aramic Stele Fragment from Tel Dan» [Fragmento de una estela aramea en Tel Dan] en Israel Exploration Journal N° 43, números 2 y 3 (1993), pp, 81-98. Compárese también Paul E. Dion, «The Tel Dan Stele and Its Historical Significance» [La estela de Tel Dan y su importancia histórica] en Michael. Historical Epigraphical ad Biblical Studies in Honor of Prof. Michuel Heltzer [Michael. Estudios históricos, epigráficos y bíblicos en honor del profesor Michaeí Heltzer], ed. Vítzhak Avishur y Robert Deutsch (Tel Aviv: Archaeological Center Publications [1999]), pp. 145-156.

[3] Véase el útil resumen del debate hasta 2002 en Iain Provan, V. Philips Long y Tremper Longman III, A Biblical History of Israel [Historia bíblica de Israel] (Louisville, Kentucky-Londres: Westimnster John Knox Press [200311 pp 228-230. Para una actualización al respecto, léase Eilat Mazar, «The Solomomc Wall m lerusalem» [La muralla salomónica de Jerusalén] en «I Will Speak the Riddles of Ancient Times»: Archaeological and Historical Studies in Honor of Amihai Mazar on the Ocasion of His Sixtie Ol Birthday [«Diré los enigmas de la antigüedad»- Estudios arqueológicos e históricos en honor de Amihai Mazar en ocasión de su sexagésimo aniversario»), ed. Aren M. Maeir y Pierre de Miroschedji, 2 tomos (Winona Lake, Indiana: Eisenbrauns [2006]), t. 2, pp. 775-786.
Joab: El débil hombre fuerte de David Joab: El débil hombre   fuerte de David Reviewed by FAR Ministerios on 11/20/2010 Rating: 5

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