La prueba

Qué puede ofrecerte el cristianismo al mundo? En síntesis, ¿qué le estamos «vendiendo»?
La salvación, ¿no es cierto? Pero, ¿salvación de qué? Es decir, ¿para qué problemas es el cristianismo una solución? El pecado, es la primera respuesta que nos viene a la mente. Pero, eso no es del todo cierto. Si el principal propósito del cristianismo es eliminar el pe-cado de nuestras vidas; entonces, una vez que somos «salvos», estaremos libres de pecado. Sin embargo, no sucede así. El pecado en sí no es el pro-blema principal, es tan solo la causa del problema. Además, el pecado puede ser algo divertido. ¿Por qué querría alguien ser salvado de algo agradable? Si todo lo que podemos ofrecerles a los demás es la salvación de sus debilidades favoritas, eso no será una oferta muy atractiva. El gran problema es la consecuencia final del pecado. En Santiago 1:15 se nos dice que la madre del pecado es la pasión y que esta da a luz a algo muy desagradable: la muerte. Desde el punto de vista del pecador, su principal deseo no es ser liberado del pecado, sino del resultado final de este: la muerte. En una especie de analogía, no queremos librarnos del vicio de fu-mar, sino del cáncer. Por tanto, el cristianismo es una solución para el problema de la muerte. Nos dice cómo vivir para siempre. La oferta básica es una vida eterna en comunión con el Creador. La próxima pregunta es obvia: ¿Cómo podemos saber que tenemos la vida eterna?

Esa es la pregunta más importante que jamás haya sido realizada. No podría dormir esta noche si no supiera que poseo la vida eterna, No iría a mi traba-jo. Los autos son peligrosos. Ni siquiera querría manejar de mi casa a la iglesia. Pídale a su pastor que lo lleve a casa. En el camino pregúntele cómo se puede obtener la vida eterna. Hace algunos años, un miembro de iglesia quien era un buen cristiano, y que había llevado a otros a Cristo; murió mientras regresaba a su casa luego de salir del culto de oración. Por lo tanto no conviene tener dudas al respec-to, a estas alturas. Quizá esté usted regresando a casa después del Culto de Adoración y muere en el trayecto, víctima de un accidente. Vestido con su mejor traje, pero desprovisto del manto de justicia confeccionado en el telar del cielo. Un manto que le permite ir al encuentro de su hacedor. ¿Posee usted la vida eterna? Recuerdo haber leído un relato en un ejemplar de la Review de la década de 1880. Hablaba de alguien que en su lecho de muerte, luego de toda una vida de servicio y de magisterio en la Escuela Sabática, no disfrutaba de la segu-ridad de la salvación. Considero que eso constituía una tragedia. Algo totalmente injustificado. Usted puede saber si está salvo o no, ahora mismo. Esta verdad se pone de manifiesto en un famoso texto de la primera Epístola de Juan. «El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, lo ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida» (1 Juan 5:10-13). En este punto, quizá usted esté pensando: «Yo sé adónde queremos llegar». Pero, ¿acaso lo sabe en realidad? Quizá encuentre que el resto de este capí-tulo es un poco desconcertante. Veamos qué tan bien usted entiende este pasaje. Ha llegado el momento para un breve examen. Las preguntas son progresivamente más difíciles. Escriba V si es verdadero o una F si es falso. 1. _______ Podemos saber si tenemos la vida eterna 2. ______ La vida eterna es algo que ganamos mediante nuestras buenas obras 3. _____ Este don se le concede únicamente a aquellos que creen en el Hijo de Dios

4. _____ Dios nos concede la vida eterna directamente, y es algo que formará parte de nosotros 5. _____ Juan dice que tenemos dicho testimonio en las Escrituras 6. _____ Juan nos presenta un examen de nuestro comporta- miento, con el fin de determinar si somos salvos Aquí están las respuestas correctas: 1. V; 2. F; 3. V; 4. F; 5. F; 6. V. ¿Acertó usted las últimas tres? Si usted contestó Verdadero, en las preguntas cuatro y cinco, necesitará re-leer cuidadosamente el pasaje en cuestión. Las Escrituras afirman que tenemos este testimonio en nuestros corazones si tenemos la vida eterna. ¡Esta es una declaración maravillosa! La Biblia no puede afirmar de manera explícita si usted, Juana Pérez, está salva; por-que su nombre no está escrito en el Libro Sagrado. Usted tiene que aplicar el testimonio bíblico a su propia vida, con el fin de estar seguro o segura al respecto. Esa seguridad es algo maravilloso, porque ¿para qué pasarse la vida buscando algo que, luego de recibirlo, ni siquiera sabemos que lo te-nemos? Sin embargo, la pregunta seis resulta engañosa. Quizá usted no la respondió correctamente por causas justificadas: en el pasaje citado no se señala un comportamiento concreto. No obstante, Juan nos ha indicado una prueba al principio de la Epístola. He escuchado algunos sermones que comienzan y concluyen citando dicho pasaje. Resaltar esta hermosa afirmación, sin mencionar a lo que puede lle-varnos, es un error. Es ciertamente agradable que se nos diga: «Todo lo que necesitas saber es lo siguiente: ¡eres salvo! ¿No es esto maravilloso!». Pero Juan no dice esto. Lo que afirma es que podemos determinar si hemos sido salvados, aunque no dice cómo podemos saberlo ya que asume que hemos leído la Epístola hasta ese punto; y ese concepto lo ha elaborado ¡una media docena de veces! No podemos citar un solo texto de la última parte de 1 de Juan que nos diga que podemos saber si somos salvos, mientras que pasamos por alto los pa-sajes anteriores que nos dicen cómo podemos saberlo. Es lo mismo que con-tar un chiste dejando fuera la parte más jocosa; o relatar esa misma parte sin hacer mención del chiste. Equivale a decirle a alguien que pueden ir al su-permercado, sin explicarles cómo llegar. ¡Absurdo!

Esta prueba respecto al comportamiento debe ser importante, ya que Juan dice lo mismo de diferentes maneras con el fin de que no se nos escape la idea. «El que dice que está en la luz y odia a su hermano, está todavía en tinie-blas. El que ama a su hermano, permanece en la luz y en él no hay tropiezo. Pero el que odia a su hermano está en tinieblas y anda en tinieblas, y no sa-be a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos» (1 Juan 2:9-14): «En esto se manifiestan los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia y que no ama a su hermano, no es de Dios» (1 Juan 3:10). «Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano permanece en muerte. Todo aquel que odia a su hermano es homicida y sabéis que ningún homicida tie-ne vida eterna permanente en él» (1 Juan 3:14, 15). «Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. En esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazo-nes delante de él» (1 Juan 3:17-19). «Si alguno dice: "Yo amo a Dios", pero odia a su hermano, es mentiroso, pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: "El que ama a Dios, ame también a su hermano"» (Juan 4:20, 21). Juan probablemente era un adolescente cuando recibió el llamamiento de Jesús. Probablemente era un cabeza caliente, «un hijo del trueno». Pero algo le sucedió a Juan durante el tiempo en que estuvo con Jesús, absorbiendo su dulce espíritu de humildad y paciencia. La fiereza de Juan comenzó a di-luirse en la medida en que fue experimentando persecuciones y dificultades, hasta convertirse en un amante y amable cristiano. El joven Juan Trueno se convirtió en Juan Amable. Esto lo vemos en su primera Epístola. Dicha Carta es toda una sinfonía repleta de tierno amor. La palabra amor aparece prácticamente en cada versículo.
Por lo general, 1 Corintios 13 es considerado como el capítulo del amor de la Biblia. Sin embargo, dicho capítulo emplea la palabra amor únicamente ocho veces. En 1 Juan 4 se emplea veintiuno veces. Juan parece un disco rayado respecto a dicho tema. Sabemos que somos salvos M amamos a nuestro hermano. No hay necesidad de hacer una profunda exégesis, el sig nificado es demasiado claro. En 1 Juan 5: 13 se nos dice que podemos saber que tenemos vida eterna luego de haber mencionado varias veces la forma en que podemos hacerlo. La prueba no consiste en un argumento de tipo legal. No es un concepto abstracto. No es un sentimiento. Es un comporta-miento guiado por el amor. Los hijos de Dios todos llevan una marca de na-cimiento: el amor. Estimados amigos, amémonos mutuamente porque el amor proviene de Dios. «Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama es uncido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor» (1 Juan 4:7, 8). «Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se ha perfeccionado en nosotros» (1 Juan 4:12). Desde luego, todo esto sucede en el contexto de la fe en Jesús. Eso es fundamental. Todo aquel que lee esta Carta de Juan desea que Dios viva en él o ella. Amémonos mutuamente dice Juan, y descubriremos que Dios vive en nosotros. Si Dios mora en nuestras vidas, no tendremos nada que temer del futuro. Muchos cristianos se preocupan por el día del juicio. ¿Cómo estaré aquel día? ¿Qué puedo esperar del juicio? Bien, Juan tiene la respuesta para esa pregunta. «Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios en él. En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que ten-gamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo» (1 Juan 4:16, 17). ¿Cuál es el secreto para estar confiados respecto al día del juicio? Bien, pa-ra lograrlo; solo tiene usted que amar desinteresadamente a los demás, co-mo lo hizo Jesús. Pablo dice algo parecido en 1 Timoteo 3:13: «Porque los que ejerzan bien el diaconado, ganarán para sí un grado honroso y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús». Adquirimos confianza mediante el servicio motiva-do por el amor que les brindemos a los demás. El amor es un requisito para entrar al cielo. El cielo no sería cielo si en ese lugar la gente no se amara. Por tanto, Dios nos ha concedido un período de aprendizaje aquí en la tierra, una especie de entrenamiento a fin de que po-damos acceder al cielo. Si vivimos amando, nuestras iglesias y hogares, in-cluyendo nuestros lugares de trabajo, pueden convertirse en pequeños cielos aquí en la tierra.
Frank Belden escribió una canción que muchos aprendieron cuando eran niños.Este amor nos hace felices, este amor todo lo suaviza. Nos ayuda a ser más conscientes, bondadosos con los demás, a diario. Dios es amor; somos sus hijos menores. Dios es amor; seremos semejantes a él. Este amor nos hace felices, este amor todo lo suaviza. Nos ayuda a ser más conscientes, bondadosos con los demás, a diario. Cuando esta vida concluya, y seamos llamados al cielo, nuestra canción hablará por los siglos, de Jesús y de su amor.
La prueba La prueba Reviewed by FAR Ministerios on 4/11/2011 Rating: 5

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