Los muertos en Cristo
Cuando falleció mi madre, donamos su
cuerpo a la ciencia médica, de acuerdo con los deseos de ella. Ella falleció
con un compromiso total con la fe adventista respecto al estado de los
muertos, la segunda venida de Jesús y su resurrección final. Lo que ocurriera
con ella mientras estaba “durmiendo” no le preocupaba, de modo que pensó que no
era sacrílego donar su cuerpo para la investigación. Su futuro estaba firmemente
en las manos de Dios, y él no necesita de la materia preexistente para
restaurar su consciencia en la resurrección. Su fe le permitió afrontar la
muerte con confianza.
Mi
familia y yo también nos consolamos con estas creencias. Estas verdades tuvieron
un impacto increíble sobre nosotros. Pensamos que si los muertos no saben nada,
no están conscientes del paso del tiempo. En términos de la consciencia de mi
madre, era como si estuviera con Jesús. Ella pasó, de sufrir, a una muerte
inconsciente, y lo próximo que sabrá, “en un momento, en un abrir y cerrar de
ojos” (1 Corintios 15:52), es que
Jesús ya regresó a la tierra, para llevarnos a todos a casa. Así que no
teníamos razones para lamentarnos; ella estaría bien.
Tuvimos
una reunión para recordarla como un mes después de su muerte, dando a todos los
que querían acudir el tiempo suficiente para hacer los arreglos que
necesitaran. El tema de la reunión fue su vida, no su muerte, y el texto del
tema fue Marcos 14:8: “Esta ha hecho lo que podía”. Mamá no tenía una educación
superior, nunca predicó un sermón ni dio un estudio bíblico, pero tenía el don
de la hospitalidad y el servicio, y usó esos dones para influir profundamente
sobre las vidas de mucha gente, incluyendo sus hijos y nietos.
Aunque
no hubo la intención de eliminar el llanto en el funeral, no hubo ninguno. La
reunión fue una celebración de su vida y del ejemplo que dejó. Nuestros
corazones se llenaron de gozo al recordar incidentes de su vida, algunos
alegres, otros tristes, algunos educativos... y otros ¡sencillamente
divertidos!
En
la reunión de recordación, compartí mi percepción de que mi madre fue una
combinación increíble de fortaleza y de permisividad. No jugueteaba con asuntos
de fe y de salud. Siempre era una influencia presente, “regañona”, en favor de
la verdad y de lo correcto. Nadie que creciera en su hogar tenía dudas en
cuanto a lo que ella creía o cómo pensaba que la gente tenía que comportarse.
Al mismo tiempo, a sus hijos les daba una gran libertad para descubrir quiénes
eran y para abrirse su propio camino en la vida. Por ejemplo, un sábado, cuando
yo tenía nueve años, nuestra iglesia, ubicada en Manhattan, había planificado
reuniones para toda la tarde y hasta la noche; reuniones que mi madre imaginaba
que no me iban a gustar. Una niña de seis años, a quien mi madre sabía que me
gustaba, estaba también en la iglesia ese día. Mamá sugirió que llevara a esa
niña, cruzando el Central Park, hasta el Museo de Historia Natural, y pasara el
sábado de tarde gozando de las exhibiciones que había allí, así que eso fue lo
que hicimos. Entonces, a las cinco, llevé de nuevo a la niña a casa, y a su
madre... ¡en el tren subterráneo de la ciudad de Nueva York!
Desde
la perspectiva de alguien que también ha criado hijos, tengo un asombro respetuoso
por la confianza que mi madre me otorgó; aunque lo hacía con frecuencia, no
solo esa vez. Aunque nunca aprecié plenamente sus “regaños”, decidí temprano
en mi vida que nunca, jamás, la chasquearía con las decisiones que yo tomara.
Al confiar en nosotros, construyó un muro alrededor de mi hermano y de mí que
previno que cayéramos en el vicio del cigarrillo, de beber alcohol, en las
drogas o el crimen.
Ese
día, también, narré la historia de la ocasión en que descubrí que mi madre,
quien creía en la reforma pro salud, era humana. Un día, cuando tenía unos seis
años de edad, me tomó consigo para acompañarla a la terminal de ómnibus de Port
Authority, en la ciudad de Nueva York. Fuimos allá para encontrarnos con
alguien que venía del interior del estado de Nueva York, para visitarnos. Mi
madre y yo vigilamos cada uno de los ómnibus que entraban y que salían de ese
lugar, pero la persona que esperábamos no estaba en ninguno de ellos. Mamá
comenzó a preocuparse por el paso del tiempo. Cuando habíamos esperado un par
de horas sin resultado, me tomó del brazo y me hizo marchar hasta un quiosco,
en el centro de la terminal. Allí tomó seis barritas de chocolate con pasas de
uva y nueces. Me dio una para mantenerme quieto, y se comió los otros cinco en
cuestión de minutos. Ella no era perfecta, y no pretendía serlo... la mayor parte
del tiempo.
Los
nietos no se dejaron superar. Contaron historias de cómo habían abusado de la
libertad que les daba, jugando a las escondidas por toda la casa en medio de la
noche, cuando ella pensaba que estaban durmiendo; sacando a escondidas goma de
mascar y dulces de su alacena, cuando no estaba mirando, y no limpiaban lo que
habían ensuciado aunque ella estuviera cansada. No obstante, también dijeron
que habían adoptado sus valores y, de muchas maneras, habían llegado a ser como
ella. Su fortaleza de carácter y de personalidad, combinada con una confianza
que permitía bastante libertad, creó un legado que permanece hasta hoy.
El centenar de
personas que asistió a esa reunión evocativa oyó estas y otras historias, y se
rieron tanto que sus costados quedaron adoloridos. Esa reunión fue asombrosa,
un consolador “rito de iniciación”; dudo de que pudiera haber sido lo que fue
si no hubiésemos considerado la muerte de la forma adventista, la forma en que
Pablo la presenta en el pasaje que consideramos en este capítulo. Aunque, a
veces, damos este pasaje por sentado, Pablo lo escribió para atender a una
emergencia. En Tesalónica, se realizaba una clase muy diferente de funerales.
El
contexto de 1 Tesalonicenses 4:13-18
En
1 Tesalonicenses 4:13 a 5:11, Pablo sigue con la sección de consejos prácticos
de esta carta. Él escribe una poderosa descripción de los eventos que rodean la
segunda venida de Jesús y las implicaciones de esos acontecimientos para la
forma en que los cristianos deben comportarse. En los versículos 13 al 18,
Pablo reacciona frente a algunos malos entendidos que tenían los tesalonicenses
acerca de lo que había enseñado mientras estuvo con ellos. Ellos estaban
angustiados acerca de lo que creían que sería la suerte de los creyentes que
murieran antes del regreso de Jesús. De alguna manera, habían llegado a creer
que la gente que vivía hasta la venida de Jesús tendría alguna ventaja sobre
los que morían antes de ese evento. Su confusión era comprensible, dado el
escaso tiempo que Pablo había tenido para instruirlos. Pudieron haber mezclado
lo que recordaban de la enseñanza de Pablo con ideas que trajeron de su
trasfondo judío o pagano.
Dentro
del pensamiento del judaísmo en los días de Pablo, había una variedad de
conceptos con respecto a los eventos del tiempo del fin. Por lo menos uno de
esos conceptos puede ser relevante a nuestra comprensión de este pasaje: la
creencia de que todos los fieles de Dios compartirían la nueva era que
vendría, pero que solo quienes estuvieran vivos al final serían llevados al
cielo. Los que morían antes del fin resucitarían, pero permanecerían sobre la
tierra. Entonces, eso significaba que los que morían antes del fin tendrían una
seria desventaja: no solo perderían las delicias del cielo, sino también
quedarían eternamente separados de sus amados que vivieran hasta el momento del
fin.
No sorprende,
entonces, que Pablo comience 1 Tesalonicenses 4:13 al 18 con un comentario
acerca de la ignorancia de la iglesia, en vez de lo que ya sabían (cf. 1 Tesalonicenses 4:2; 5:2). Sobre el tema de la
segunda venida, había cosas que la iglesia no sabía, y había cosas que debían
desaprender. El resultado final de su confusión fue que su dolor no era
diferente del de sus contemporáneos paganos. Y eso no era bueno: la mayoría de
los paganos no tenía ninguna esperanza de una vida después de la muerte.
1
Tesalonicenses 4:13–14
13
Pero no queremos que sean ignorantes,
hermanos,
acerca
de los que están durmiendo,
a
fin de que no se duelan
como
los otros que no tienen esperanza.
14
Porque si creemos que Jesús murió y resucitó,
así
también (¿por medio de Cristo?)
Dios
traerá con él
a
los que hayan caído dormidos
(¿por
medio de Jesús?).
En
esta carta, cada vez que Pablo usa el término “hermanos”, está presentando una
idea novedosa. Siendo que él usa esa palabra en el versículo 13, sabemos que
está introduciendo un tema nuevo aquí. El punto de preocupación es “los que
están durmiendo”. El participo presente, en el original, implica un estado
presente y continuado de “sueño”, en el mismo momento en que Pablo está
escribiendo a los creyentes de Tesalónica. Tendemos a valernos de metáforas y
analogías a fin de describir los grandes problemas de la vida, porque nos
ayudan a describir y comprender estos problemas. En el mundo antiguo, dormir
era una metáfora muy común para la muerte. La metáfora no conlleva la idea de
la consciencia relativa del sueño mismo; la mayoría de los antiguos no creía
que había alguna clase de vida o de consciencia después de la muerte. Así que,
el dilema ante el cual estaban los tesalonicenses era cómo tratar el hecho de
que algunos de entre ellos habían muerto durante los seis meses, más o menos,
desde que Pablo había salido de la comunidad. Por esa razón, los miembros de la
iglesia estaban lamentando esas pérdidas del mismo modo que lo hacían los paganos.
Por
esta razón, Pablo se vuelve a los eventos del tiempo del fin, en el versículo
14: no para establecer todos los detalles de lo que sucederá antes del fin,
sino para tratar con la situación de la vida real corriente en ese tiempo.
Escribe
su escatología, entonces, basado en la ética. Su deseo es informar a la
iglesia en Tesalónica sobre cómo conducirse frente a la muerte. Esto es
evidente en las claras declaraciones que efectúa acerca de su propósito. Pablo
declara que está escribiendo con el objetivo de que los tesalonicenses no
lloren como los que no tienen esperanza (versículo 13). Y tiene la intención de
que su teología les otorgue gloriosas razones para consolarse unos a otros, en
tiempos de pérdida (versículo 18).
El
versículo 14 comienza con la palabra porque, que indica que
la intención de Pablo era la de concentrarse en el problema enunciado en el versículo
13. En el versículo 14, Pablo procura resolver ese problema trazando un
paralelo entre la muerte y la resurrección de Jesús y la muerte y la resurrección
del creyente (ver el paralelo en la traducción que antecede). La resurrección
de Jesús garantiza que todos los creyentes resucitarán en la segunda venida
(ver también 1 Corintios 15:20-23); en otras palabras, llorar por la muerte de
los creyentes como si no hubiera esperanza sería una contradicción ante el
testimonio de la propia muerte y resurrección de Jesús. Si Jesús resucitó de
los muertos, quienes creen en él también serán levantados. Y, si eso es cierto,
¡hay esperanza en medio del dolor!
Antes
de que pasemos al versículo 15, necesitamos tratar la forma extraña que eligió
Pablo para expresar lo que dice en el versículo 14, ¡por lo menos, extraño para
nosotros! En este versículo, Pablo menciona que Dios “traerá con él [Jesús]” a
aquellos que han quedado dormidos. Algunos leen esto con el significado de que
los que han muerto en Jesús fueron al cielo en ocasión de su muerte, y
regresarán a esta tierra, con él, cuando venga desde el cielo. Pero, esta
interpretación contradice la propia enseñanza de Pablo en el versículo 16, en
el sentido de que la resurrección de los creyentes muertos ocurrirá en la
segunda venida, no antes.
La
segunda dificultad es que el original griego expresaría que Pablo enseñó que
los creyentes que han muerto han “caído dormidos en Jesús” o “en Cristo”. Un
buen ejemplo de esto es la frase los “muertos en
Cristo”, del versículo 16. De modo que ¿qué significa caer dormidos por medio de Cristo?
Hay
dos maneras de comprender el uso que Pablo da a “por medio de Jesús”, en el
versículo 14. Algunas personas sostienen que es solo otra manera de referirse a
“en Cristo”, como en el versículo 16. En ese caso, estos creyentes, sencillamente,
describen que han muerto como cristianos. Pero, si ese fuese el caso, por qué
razón Pablo escribió “por medio de”, en lugar de “en”, nos deja perplejos
todavía.
La
segunda sugerencia, la más probable, es que “por medio de Cristo” debería conectarse
con “Dios traerá”, en lugar de “caer dormidos”. (Ver las dos ubicaciones
posibles enumeradas en las comas en la traducción arriba. El orden de las
palabras no es necesariamente importante en el griego, como lo es en otros
idiomas.) Si “por medio de Jesús” pertenece a la frase “Dios traerá”, entonces
Pablo está diciendo que Jesús es el instrumento por medio del cual Dios
resucitará a los muertos en el final del tiempo. Dios no “trae” a los
cristianos resucitados de vuelta a la tierra cuando venga Jesús; él los
“traerá” de vuelta del suelo. En ese caso, “traer consigo” es, sencillamente,
el equivalente a “se levantó otra vez”, adelante en el texto. La resurrección
de Jesús garantiza la resurrección de los creyentes en su segunda venida.
Aunque el versículo 14 pueda parecemos
un poco extraño, Pablo utiliza este lenguaje para tratar el dolor sin
esperanza de quienes no captan las plenas implicaciones de la muerte de Jesús.
Pero, Pablo todavía no ha tratado el problema teológico de dónde irán los
creyentes resucitados cuando venga Jesús. Si nuestros amados son levantados de
los muertos, pero continúan estando separados de nosotros por la eternidad,
¿qué clase de esperanza es esta? Pablo atiende ese aspecto de las creencias de
los tesalonicenses en los versículos 15 al 18.
1
Tesalonicenses 4:15-18
15
Porque les decimos esto a ustedes
por
palabra del Señor,
que
los que estemos vivos,
que
habremos quedado hasta la venida del Señor,
no
precederemos
a
los que han caído dormidos;
16 porque el Señor
mismo
descenderá del cielo
con un grito de mando
con la voz de un arcángel, y
con el llamado de la trompeta de
Dios,
y los muertos en Cristo resucitarán
primero,
17
Entonces los que estemos vivos,
que
permanecemos,
seremos
levantados
juntos
con
ellos
en
las nubes
para
encontrar al Señor
en
el aire:
y
así estaremos siempre
con
el Señor.
18
Por esta razón, por lo tanto,
anímense
unos a otros
con
estas palabras.
En
1 Tesalonicenses 4:13 al 5:11, Pablo edifica
sobre las enseñanzas terrenas de Jesús. Hay más de una docena de paralelos
entre este pasaje del tiempo del fin y los dichos de Jesús registrados en
Mateo, Marcos y Lucas. Pero, cuando Pablo habla acerca de la “palabra del
Señor” en este pasaje, se está refiriendo a algo que Jesús dijo que no fue
registrado en ninguno de los Evangelios, pero que el apóstol ha conservado para
nosotros.[*]
Pablo está, probablemente, no citando a Jesús en forma directa aquí sino, más
bien, aplicando las palabras de Jesús a la situación que tiene entre manos.
Este
pasaje contiene un uso interesante de la palabra que a menudo se traduce como
“remanente”. (En el pasaje arriba, lo he traducido como “otros”, que está más
cerca de lo que la palabra significa en castellano.) En el versículo 13, el
“remanente” son los que están fuera de la iglesia, que no tienen esperanza,
mientras que, en el versículo 15, el “remanente” son aquellos que permanecen
vivos hasta que Jesús venga. Podemos ver, entonces, que la palabra puede ser
empleada de forma positiva y negativa.
La
palabra “venida”, en el versículo 15, traduce
la palabra griega parousía, el término más
común para la segunda venida. Pablo es el primer escritor del Nuevo Testamento
que usa ese término para referirse al regreso de Jesús, pero no es el primero
en esperar el retorno mismo. Los primeros cristianos usaban el término arameo maranatha, que significa “nuestro Señor viene”. De
modo que la enseñanza de la segunda venida de Jesús viene desde el mismo
comienzo de la fe cristiana.
En
este pasaje, Pablo enseña a los tesalonicenses que los que viven hasta la
venida del Señor “no precederán” a quienes han caído dormidos (vers. 15). ¿Qué
significa esto?
El
mejor sinónimo de “preceder” es “suceder antes”, o “adelantarse”. La
preocupación de los tesalonicenses era que los creyentes que morían antes de la
segunda venida, de algún modo, estarían en desventaja por toda la eternidad,
comparados con los que vivieran en esa ocasión. La respuesta de Pablo se
concentra en la secuencia de los eventos del tiempo del fin; la secuencia
correcta resolvería el problema de los tesalonicenses. Pablo declara que los
muertos en Cristo resucitan primero. Antes de que los vivos asciendan para
encontrar a Jesús en el aire (versículo 17), antes que ninguna otra cosa
suceda, los justos muertos son resucitados, para unirse a aquellos que todavía
viven en la tierra. En otras palabras, los creyentes tesalonicenses que
murieran se reunirían con sus amados aun antes de que cualquiera de ellos se
encontrara con Jesús. Quienes hayan quedado dormidos en Jesús no tienen ninguna
desventaja: ellos “resucitarán primero”. En otras palabras, resucitarán antes
de que ocurra otra cosa, de modo que participarán plenamente de las bendiciones
de la eternidad.
El tema clave del versículo 17,
entonces, puede bien ser la cualidad de estar juntos. Los vivos y los muertos
son alzados, de modo que puedan estar “juntos” con el Señor. Estar siempre con
el Señor significa que ya no lo esperarán más y no dormirán más en él. Ninguno
de los dos grupos habrán estado antes “con el Señor”, en este sentido. La
respuesta al dolor sin esperanza es la esperanza de la relación que sigue a
través de toda la eternidad.
Corregir
una mala comprensión
Hay
un par de malos entendidos acerca del significado de Pablo en 1 Tesalonicenses
4:15 al 18, que debemos tratar. Algunas personas pretenden que el versículo 16
apoya la idea de un “rapto”, en el que creyentes elegidos serán “arrebatados”
secretamente de la tierra, dejando al resto del mundo preguntándose qué
sucedió. Sin embargo, no existe nada
en este versículo que sugiera un secreto, en realidad, retrata lo opuesto.
Pablo declara que la venida del Señor es acompañada con “un grito de mando, con
la voz de un arcángel y con el llamado de la trompeta de Dios”. El grito de comando,
aparentemente, es lo suficientemente fuerte como para penetrar los sepulcros y
despertar a los justos muertos alrededor de toda la tierra. Parece que la voz
de un arcángel también debe ser un instrumento poderoso. En el Antiguo
Testamento, los llamados de la trompeta de Dios estaban asociados con la adoración
en el Templo, con batallas, coronaciones, y con la aparición de Dios en el
monte Sinaí, todos los cuales fueron eventos públicos y estruendosos. Y en el
Nuevo Testamento, fuera del Apocalipsis, las trompetas casi siempre están
asociadas con la segunda venida misma. Así que el texto no ofrece apoyo para la
idea del rapto secreto.
Otra
mala comprensión de Pablo, algunas veces basada en 2 Corintios 5, es la idea
de que los creyentes van al cielo cuando mueren. Pero, esta idea es
completamente incompatible con el escenario que Pablo muestra en 1
Tesalonicenses 4. Primero, él presenta el modelo: Jesús resucitó de los
muertos y luego ascendió al cielo; no fue en el orden opuesto. Así sucede con
los creyentes que mueren antes de la segunda venida de Jesús: serán resucitados
de los muertos, y entonces serán llevados al cielo. Solo después de la
resurrección y la ascensión los santos estarán “con el Señor”. Si los creyentes
fueron al cielo cuando murieron, no necesitarían ascender en la segunda venida.
Y hay más. Si
Pablo enseñó a los tesalonicenses que los creyentes muertos ya estaban en el
cielo, ¿por qué tendrían miedo de que ellos los precedieran allí? Si los
muertos ya estuviesen en el cielo, ¿por qué los tesalonicenses se afligían como
los que no tienen esperanza? Si el problema era su ignorancia del “hecho”,
¿por qué no les dijo Pablo: “Dejen de llorar: ya están en el Paraíso”? ¿Por qué
los consoló, diciéndoles que serían reunidos con los que habían amado cuando Jesús viniera? Este pasaje deja bien en claro que
Pablo no creía que los santos fueran al cielo cuando morían.
Este
pasaje plantea otro problema, uno que se resuelve plenamente. El problema es a
dónde irán los santos después de que se encuentren con Jesús en el aire. Muchas
personas piensan que se encontrarán con Jesús en el aire, para volver a la
tierra para reinar con él durante mil años; el milenio bosquejado en
Apocalipsis 20. Pero, un número creciente de eruditos de todas las religiones
están convencidos de otra cosa. Ellos notan que el movimiento en 1
Tesalonicenses 4 es todo hacia arriba; hacia arriba, desde el suelo, en la
resurrección, y luego hacia arriba en el aire, para encontrarse con Jesús
(vers. 15-17). Notan que Jesús mismo ascendió al cielo después de su
resurrección; y Pablo dice que los santos seguirán ese modelo (vers. 14). De
modo que la implicación de nuestro pasaje es que los creyentes se encontrarán con Jesús en el aire para que
puedan viajar juntos con él de regreso al cielo.
La
indicación más clara de a dónde irán los creyentes en la segunda venida, sin
embargo, no está en 1 Tesalonicenses 4 ni en Apocalipsis 20. Está en los
versículos 2 y 3 de Juan 14: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así
no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y
si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para
que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Jesús no dijo a los discípulos:
“Volveré [del cielo], de modo que donde vosotros estéis [en la tierra] yo
también esté”. Les dice que viene de modo que ellos, que han estado sobre la
tierra, puedan estar en el cielo, junto con él. Jesús no establecerá un reino
terrenal en su segunda venida; llevará a los santos para estar con él en el
cielo, para vivir allí y reinar durante los mil años mencionados en Apocalipsis
20.
En
este pasaje, Pablo encuentra a los tesalonicenses donde estaban. ¡Estoy muy
agradecido de que ellos tuvieran problemas! Si no los hubieran tenido, Pablo,
tal vez, no les habría escrito estas cartas y, entonces, el funeral de mi madre
hubiera sido muy diferente.
Material
facilitado por RECURSOS ESCUELA SABATICA ©
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Los muertos en Cristo
Reviewed by FAR Ministerios
on
8/19/2012
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