Con los ricos y famosos
Cierto
día, un grupo de buscadores de minas, penetrando mucho en el área de Klondike
(Yukón, Canadá), llegó hasta la choza de un minero. Entrando en la choza,
encontraron los cuerpos congelados de dos hombres, y una gran cantidad de oro.
Sobre una mesa, había una carta que hablaba del éxito en la búsqueda del
precioso mineral. En su ansiedad por minar el oro, los mineros habían
descuidado hacer provisiones para el invierno siguiente. Cada día, los dos
hombres encontraron oro en abundancia. Una mañana se despertaron, y vieron que
venía una tormenta. Durante días, rugió la tormenta. Toda esperanza de escapar
los abandonó, cuando su escasa provisión de alimentos hubo terminado.
Escribieron la carta, y la dejaron en medio de gran cantidad de oro” (Walter B.
Knight, Knight's Illustrations for Today
[Chicago: Moody Press, 1977], p. 274).
¡Cuán bien ilus
tra esta narración
la condición espiritual de millones de personáis ricas, cuyas actividades
resultaron en vacío personal! Jesús preguntó: “¿Qué ventajas daría la riqueza
mundanal, si el rico sufre una pérdida eterna?” Jesús apreció a las personas
ricas tan ciertamente como valoró a la gente dentro de su propia clase
socioeconómica. Jesús, un sencillo carpintero de la vida diaria, nunca se
acobardó por la riqueza mundana, ni se enamoró de ella. Jesús pudo haber
conocido bien los desafíos de sostener una familia con el trabajo de sus manos;
no obstante, no mostró celos de los ricos. La gente próspera, la gente bien
ubicada políticamente, tampoco asustaba a Jesús. “Uno de los alguaciles que
estaba allí, le dio una bofetada, diciendo: ‘¿Así respondes al sumo
sacerdote?’ Jesús le respondió: ‘Si he hablado mal, testifica en qué está el
mal; y si bien, ¿por qué me golpeas?’ ” (Juan 18:22, 23). A diferencia de
Cristo, muchos cristianos contemporáneos están enamorados o atemorizados por
los ricos; una actitud que limita su testimonio a estas personas.
¿Cómo ministró Cristo con
efectividad entre personas acaudaladas, proviniendo de padres pobres, siendo
autodidacta sin educación formal, un obrero manual, en vez de un aristócrata?
Primero, Jesús recordó su
posición celestial. Se cuenta la historia de una pareja indigente de cierta
edad, que siempre caminaba con elegancia cortesana. Quienes los veían se
preguntaban cómo se podían explicar sus maneras dignas. Preguntas acerca de su
pasado resolvieron el asombro. Descubrieron que eran descendientes directos de
la nobleza. Esto explicaba su elegante apariencia y distinguido porte, a pesar
de sus circunstanciéis adversas. Del mismo modo, Jesús recordaba su
ascendencia celestial. Aunque carpintero aquí abajo, pertenecía a la Realeza de
arriba. Su Padre celestial distribuía toda
la riqueza; todo le pertenecía a él, en última instancia. Esta perspectiva
celestial esencialmente vacunó a Jesús contra las enfermedades monetarias,
durante el trayecto terrenal de Cristo.
La riqueza no significaba nada
para Jesús. Siendo descendiente del Rey, Cristo ya lo había poseído todo. Las
pertenencias del aristócrata más acaudalado eran bagatelas, comparadas con las
posesiones de su Padre. ¿Por qué estos juguetes terrenales intimidarían a
alguien? ¿Qué son las luces brillantes para el arquitecto del universo? ¿Qué
son los yates para el creador del océano? ¿Qué son las mansiones terrenales,
comparadas con los palacios celestiales? Ser dueño de muchas constelaciones
apenéis calificaría a alguien para ocupar las afueras del vecindario de Dios.
El potentado más próspero sería de clase campesina, comparado con el ángel
celestial más bajo. Nabucodonosor, Alejandro Magno y César Augusto no dominaron
completamente el diminuto planeta Tierra; no obstante, fueron considerados
entre los hombres más ricos del mundo. ¿Cómo pudieron reyezuelos títeres como
Herodes, gobernadores de provincia como Pilatos y bribones religiosos como
Caifás, pensar que podrían atemorizar al Mesías divino?
Los cristianos, del mismo modo,
deben recordar su posición celestial.
“Para que sepan cuál es la
esperanza a la que han sido llamados, cuán gloriosa y rica es la herencia que
Dios da al pueblo santo, y cuán grande y sin límites es su poder, el cual actúa
en nosotros los creyentes” (Efesios 1:18, 19, DHH).
“Por eso, ustedes ya no son
extranjeros, ya no están fuera de su tierra, sino que ahora comparten con el
pueblo santo los mismos derechos y son miembros de la familia de Dios. Ustedes
son como un edificio levantado sobre los fundamentos que son los apóstoles y
los profetas, y Jesucristo mismo es la piedra principal” (Efesios 2:19, 20,
DHH).
“Pero ustedes son una familia
escogida, un sacerdocio al servicio del rey, una nación santa, un pueblo
adquirido por Dios. Y esto es así para que anuncien las obras maravillosas de
Dios, el cual los llamó a salir de la oscuridad para entrar en su luz
maravillosa” (1 Pedro 2:9, DHH).
Cuando el pueblo elegido de Dios
reconoce su posición exaltada por medio de Jesús, el Mesías, los ricos del
mundo no pueden atemorizarlos. Pertenecer al cielo sobrepuja siempre a las
posesiones mundanas. Presentar el mensaje de Dios a empleados, financistas,
vecinos adinerados, compañeros de escuela acaudalados o a personas
políticamente poderosas no debería dar más temor que el que daría compartir a
Cristo con las clases más pobres. Los embajadores celestiales no deberían
sentir que deben dar explicaciones, porque el mensaje divino sobrepuja toda
otra cosa.
¡Los niñitos los guiarán! “Y de
Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de
Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán. Esta dijo a su
señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria” (2 Reyes 5:2,
3).Aunque esclava, esta jovencita dirigió a sus captores hacia la
curación física, mediante Elíseo, el profeta de Jehová. Separada de su familia,
joven, de casta inferior (esclava), podría fácilmente haberse sentido
atemorizada. No obstante, Naamán escuchó, aceptó el consejo de esa niña, y
experimentó la liberación física y espiritual. Personas mayores, atemorizadas
por la riqueza y la posición de Naamán, pudieron haberse mantenido en silencio.
Podrían haber razonado que alguien tan acaudalado nunca escucharía a un
esclavo. Podrían haber conjeturado que el problema de Naamán no era el de
ellos. Tal vez, su resentimiento podría haberlos hecho aplaudir, a escondidas,
su enfermedad. A pesar de todo, esta sirvienta, cuyo nombre no sabemos, grabó
su heroico esfuerzo en la historia bíblica, demostrando a todas las
generaciones que aún el creyente sincero más humilde posee capacidades que,
liberadas, pueden alcanzar a las clases más ricas.
Luego, Jesús reconoció la pobreza
espiritual. La riqueza material, con frecuencia, oculta la indigencia
espiritual. Jesús amonestó una vez a un joven seguidor aristocrático: “Vende
todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo” (Lucas
18:22). Jesús comprendió claramente que las posesiones a menudo generan
posesividad; y ocasionalmente provocan una propensión materialista (comparar
con la posesión demoníaca). La sabiduría antigua declara:
“No me des pobreza ni riquezas; manténme del pan necesario; no sea que me
sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y
blasfeme el nombre de mi Dios” (Proverbios 30:8, 9).
No obstante, la gente reverencia
a quienes acumulan, amplían y acaparan. Esta filosofía fue prefigurada por la narración
de Jesús respecto de la riqueza:
“Guardaos de toda avaricia;
porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había
producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no
tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y
los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a
mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come,
bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu
alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro,
y no es rico para con Dios” (Lucas 12:15-21).
Jesús se dio cuenta de que las
personas extremadamente ricas, regularmente, enmascaran su desesperación
espiritual mediante la búsqueda de placeres, el materialismo y los
entretenimientos frívolos. Penetrando debajo de sus máscaras, él expuso sus
heridas espirituales y les ofreció curación. Cristo no evitó la confrontación,
ni rebajó su vocabulario. Aunque con tacto y compasión, reconoció que el cáncer
espiritual requiere tratamiento. Ignorar los problemas no facilita su
tratamiento.
Supón que visitas a un médico
renombrado porque sufres dolor de espalda. Su diagnóstico revela que la causa
es un cáncer de riñón. En vez de informarte, sin embargo, evita el asunto,
eligiendo hablar de política, de eventos deportivos o de tu afición favorita.
Este especialista te receta alguna medicación común para el dolor, y tienes un
alivio temporario. Sin embargo, el tumor canceroso sigue creciendo. Al quedar
sin tratamiento, hace metástasis, atacando otros órganos, tus nervios y tu
sistema óseo. Tu situación rápidamente se deteriora hasta que la muerte,
misericordiosamente, te libera. Mirando hacia atrás, ¿hubieras preferido la
verdad y, tal vez, algún tratamiento doloroso pero efectivo, o habrías elegido
la conversación placentera que no hubiera reconocido el problema? Obviamente,
habrías preferido la verdad.
Jesús declara la verdad. “Tú
dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y
no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”
(Apocalipsis 3:17). Estas palabras tuvieron, como prefacio, una promesa de que
vomitaría a estos pretenciosos arrogantes. Dios no puede soportar la avaricia.
¡Dios prefiere vomitar!
Por cuanto Cristo ama a la gente
rica, rehúsa retener la verdad, aun cuando esto signifique llamarlos miserables
y desventurados. ¿Recuerdan este famoso ejemplo?
“Entonces él [Zaqueo] descendió
aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había
entrado a posar con un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al
Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo
he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha
venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.
Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”
(Lucas 19:6-10).
El Médico celestial diagnostica
codicia, confronta a las personas avaras y proporciona una curación
incomparable. Los seguidores de Cristo deben seguir
haciendo eso. Pablo, ciertamente, lo hizo.
Escribiendo a Timoteo, Pablo mencionó:
“Porque los que quieren
enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas,
que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los
males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos.se extraviaron de la fe,
y fueron traspasados de muchos dolores. [...] A los ricos de este siglo manda
que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son
inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para
que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos,
generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen
mano de la vida eterna” (1 Timoteo 6:9, 10, 17-19).
Pablo instruye a Timoteo para que
amoneste valientemente a los ricos con respecto a su condición espiritual;
aunque, sin duda, Timoteo no era rico. En vez de temer a las personéis
prósperas sobre la base de sentimientos de inferioridad, Timoteo fue puesto
como profesor espiritual de ellos. Sus tesoros espirituales valían más que sus
posesiones materiales. Este principio se aplica igualmente a los cristianos
contemporáneos. Se los llama a prestar reconocimiento a la pobreza espiritual,
a comunicar el diagnóstico con tacto, sin considerar la posición social de la persona,
y a presentar al incomparable Sanador, que nunca pasa por alto la súplica de un
penitente.
Tercero, Jesús también
interactuaba con la gente rica.
“Y estando Jesús en Betania, en
casa de Simón el leproso, vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de
perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a
la mesa" (Mateo 26:6, 7).
“Había entre los fariseos un
dirigente de los judíos llamado Nicodemo. Éste fue de noche a visitar a Jesús”
(Juan 3:1, 2, NVI).
“Jesús iba por todas las ciudades
y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce
con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de
enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete
demonios, Juana, mujer de Chuza, intendente de Herodes, y Susana, y otras
muchas que le servían de sus bienes” (Lucas 8:1-3).
Jesús ama a todos, incluso a la
gente rica. Cristo expresó ese amor al buscar su compañerismo. Cenas, reuniones
privadas, reuniones públicas y otras situaciones sociales formaron el marco de
varios encuentros memo- rabies con personas de éxito. Tales oportunidades
existen también hoy La siguiente lista sugerirá ocasiones en las que el lector
puede, de igual modo, mezclarse con gente más rica, en circunstancias
contemporáneas.
1)
Organizaciones
cívicas.
Muchas personas adineradas toman muy en serio sus responsabilidades ciudadanas
y cívicas. Tales personas, con frecuencia, se unen a organizaciones de
servicio como los Rotarios, Club de Leones, etc. Su orientación al servicio
puede indicar un despertamiento espiritual, humildad personal u otras
características favorables. La gente con riqueza moderada participa en estáis
actividades junto con sus contrapartes de mayor riqueza. Obviamente, esto crea muchas
oportunidades para la interacción y posibles amistades. Aunque exista una
disparidad en cuanto a la riqueza, muchas de esas personas reconocen que
comparten varias cosas en común con otros. Todos sienten apetito. Todos llegan
a cansarse, a veces. Aunarse con asociados adinerados reduce o elimina,
normalmente, las barreras sociales.
2)
Eventos
escolares. En
diversos países, la educación pública ha borrado las distinciones sociales
causadas por la diferencia de medios económicos. Algunos distritos escolares
exigen uniformes escolares, para disminuir la visualización de diferencias
económicas. Los niños menores, especialmente, parecen no darse cuenta de las
divisiones de clase. Estos niños eligen compañeros de juego basados en la
compatibilidad, intereses similares y otros factores que excluyen la riqueza
familiar. Las actividades escolares, por lo tanto, proporcionan un campo social
nivelado, donde los niños y sus padres pueden edificar amistades.
Unidos por actividades extracurriculares y educativas, las familias de diversos
niveles de ingreso pueden descubrir intereses mutuos y mucho terreno en común.
3)
Asociaciones
comerciales y profesionales.
Abraham, Salomón, José de Arimatea y docenas de otros más son ejemplos de la
clase de creyentes ricos. Tales creyentes pueden extender su influencia
mediante su participación en organizaciones formadas con el objetivo de
promover los intereses comunes de sus miembros. Cuando se elige cuidadosamente
y con oración, aun el activismo político puede integrar esta categoría. Aunque
el principio organizador de estos grupos pueda ser la educación continua, la
reforma de impuestos u otra cosa, la agrupación de personéis de la misma
mentalidad ofrece muchas oportunidades para edificar amistades.
4)
Posiciones de
servicio. La sierva
de Naamán no se podría considerar como una igual a sus amos; no obstante, ella
transformó eficazmente la vida de ellos mediante su testimonio. Muchos
creyentes modernos, que regularmente sirven a patrones adinerados, pueden
gozar de oportunidades y con resultados similares. Cocineros, cuidadoras de
niños, choferes, mayordomos, amas de casa, recepcionistas, jardineros, personal
de reparaciones, mecánicos e innumerables otros pueden testificar, al recordar
su exaltada posición celestial, afinando su reconocimiento espiritual y
esperando pacientemente las oportunidades divinas. La desigualdad social no
necesariamente es un impedimento para la testificación efectiva.
5)
Ocupaciones del
tiempo libre.
Aunque las clases más pobres no pueden darse vacaciones extensas, cruceros de
lujo o excursiones fuera de su país, las personéis ricas, habitualmente,
aprovechan su tiempo libre y con frecuencia, demuestran su situación elevada.
La superioridad se establece, en ciertos casos, mediante vacaciones más
envidiables. El tiempo libre ofrece a los cristianos avenidas singulares para
testificar, que pueden desaparecer durante los horarios de trabajo. La
relajación mental y la recreación física se avienen con los teméis de la gracia
y la liberación.
6)
Ministerio de
salud. La
enfermedad es un gran nivelador. Las enfermedades cardíacas afectan a
príncipes y a paisanos por igual. El cáncer destruye los tejidos de los ricos
y de los indigentes. La única diferencia que marca la fortuna en la muerte es
la extravagancia del ataúd. El personal médico, por lo tanto, tiene
posibilidades singulares para compartir verdades espirituales con sus
pacientes ricos. Al enfrentar la muerte o un debilitamiento importante, a veces
aun los arrogantes se vuelven receptivos al favor divino.
7)
Grupos de
intereses especiales.
Esto puede incluir cualquier grupo centrado en una actividad específica, a
menudo de naturaleza recreativa: grupos de aficionados a modelos de aviones de
radiocontrol, grupos sinfónicos, sociedades corales, compañeros artistas,
asociaciones de deportistas, actividades ecuestres, etc. Como estos grupos se
unifican mediante intereses comunes más bien que por niveles socioeconómicos,
las discrepancias en cuanto a ingresos disminuyen, y facilitan amistades.
Obviamente, las actividades enumeradas arriba requieren alguna inversión
financiera. Sin embargo, las cantidades están a menudo dentro del alcance de
personas de la clase media; y cuando se consideran desde el punto de vista
misionero, representan una inversión espiritual.
Durante generaciones, los
cristianos han demostrado considerable simpatía por las personas de las clases
más pobres. Alimentar a los hambrientos, proteger a los que no tienen casa,
apadrinar a huérfanos, y elevar a las masas mediante la educación, la oportunidad
y el desarrollo económico han logrado amplio apoyo. Pero ¿dónde quedó la
preocupación apasionada por la salvación de las personas adineradas? Estas
progresan financieramente, pero ¿en lo espiritual? La abundancia de sus
posesiones ¿las ciegan, y no ven su pobreza espiritual? ¿Han olvidado los
cristianos que el dinero no puede comprar el valor personal, el propósito
espiritual y la significación, en última instancia? Muchos creyentes más pobres
tienen lo que buscan desesperadamente los empresarios más ricos.
Por lo tanto, ninguno debe
sentirse intimidado o atemorizado por las riquezas, porque, como herederos del
Reino, los cristianos poseen un tesoro mucho mayor que cualquier cosa que este
mundo produzca. Como la sierva de Naamán, deberían estar listos para dar
testimonio cuandoquiera y dondequiera que el Espíritu de Dios abra corazones.
Como los especialistas en cardiología, deben adiestrarse para reconocer las
condiciones espirituales del corazón, y estar preparados
para administrar la gracia divina: única curación probada para el quebranto
humano. Al mezclarse con la gente próspera, al establecer amistades
significativas, al llegar a ser sensibles a las necesidades espirituales y al
estar siempre preparados para comunicar el evangelio, los cristianos modernos llevarán
a muchos ricos a Cristo.
Con los ricos y famosos
Reviewed by FAR Ministerios
on
2/21/2014
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