Los Eventos finales


Cartas a los Tesalonicenses

Capítulo 9



Eventos finales
(1 Tesalonicenses 5:1-11)

E
n el capítulo 4 de 1 Tesalonicenses, Pablo comenzó a tratar pro­blemas prácticos que afrontaba la iglesia. Primero, aconsejó a los tesalonicenses con respecto a temas de sexualidad y de empleo (1 Tesalonicenses 4:1-12). Luego, se volvió hacia el dolor que las creencias equivocadas acerca de la segunda venida de Cristo estaban causando a los creyentes recientes. Pablo calmó mucho de ese dolor clarificando el orden de los eventos que rodearían el retorno de Jesús (versículos 13-18).
En 1 Tesalonicenses 5:1 al 11, la segunda venida es todavía el tema principal, pero el foco cambia. En esta parte de su carta, Pablo no está clarificando detalles acerca del retorno de Jesús, sino que proclama la necesidad de estar constantemente preparados a la luz del Juicio Final. El pasaje anterior era animador: para los creyentes que morían antes del regreso de Jesús, el fin era mucho más positivo de lo que los tesalo­nicenses esperaban. Pero, este pasaje se centra más en el Juicio. Desde esta perspectiva, la condición de los tesalonicenses era más seria de lo que percibían.
El problema en la iglesia parece haber sido una teología de paz y de seguridad combinadas, tal vez, con una inclinación a calcular el tiem­po del retorno de Jesús. Como resultado, por lo menos algunos de los tesalonicenses estaban viviendo sin el sentido de la urgencia del tiempo del fin. En el pasaje de este capítulo, Pablo ofrece una crítica aguda a su enfoque de los eventos finales. Sus advertencias son tan oportunas hoy como lo fueron entonces.
Aunque Pablo no utilizó la palabra juicio en 1 Tesalonicenses 5:1 al 11, este pasaje está muy preocupado con el problema del Juicio. El Juicio de Dios no se limita a algo que sucede en el cielo al final del tiempo; tiene consecuencias reales para la vida de la gente que vive actualmente, cada día. Muchas personas se sienten incómodas con el tema del Juicio. No les agrada la negatividad y las amenazas que el juicio trae a la mente. Pero, el concepto bíblico de juicio es más amplio que solo amenazas, condenación y ejecución; también conlleva un aspecto positivo. Las acciones diarias, sencillas, de bondad y de misericordia no pasan inadvertidas ni sin recom­pensa (ver Mateo 10:42, por ejemplo). Todo lo que hacemos, ya sea positivo o negativo, es notado y tiene significado en el esquema final de las cosas.
La naturaleza doble del juicio es evidente en las narraciones más tem­pranas de la Biblia. En el Jardín del Edén, Dios juzga el pecado de Adán y Eva negativamente; pero el Señor juzga a Adán y Eva positivamente. Crea una enemistad entre ellos y Satanás y, misericordiosamente, los viste de modo que no sufran indebidamente por causa del ambiente cambiado. En el cuarto capítulo del Génesis, Dios juzga a Caín negativamente, al enviarlo al exilio. Pero, Caín también recibió un juicio positivo de Dios: le coloca una marca, de modo que nadie lo mate. Y, en la historia del diluvio, Dios juzga a la raza humana negativamente por medio de la destrucción que produce el diluvio, pero también la juzga positivamente, al proveer el arca como una vía de escape. Por lo que, cada vez que Dios juzga, hay lados positivos y negativos en ese juicio.
Las dos facetas del juicio se evidencian, en 1 Tesalonicenses 5, con una serie de contrastes tales como oscuridad y luz, noche y día, y ebrios y sobrios.

1 Tesalonicenses 5:1-3

1        Ahora con respecto a los tiempos y a las estaciones
hermanos,
no tienen necesidad de que les escriba,
2        porque ustedes mismos saben exactamente
que el Día del Señor vendrá,
como un ladrón en la noche.
3        Cuando digan.
“paz y seguridad”,
entonces destrucción repentina vendrá sobre ellos,
así como los dolores de parte vienen a una mujer embarazada,
y no escaparán.

Estos tres versículos nos marcan lo repentino e impredecible que serán los eventos finales de la historia de la tierra. Las palabras “aho­ra, con respecto” nos informan que, otra vez, Pablo está respondiendo a preguntas y preocupaciones de la congregación. Ha reorientado sus pensamientos, del orden de los eventos, al “cuándo” del fin. El uso del artículo indica que la frase “los tiempos y las estaciones” es familiar para la iglesia, como Pablo mismo nota: “No tienen necesidad de que les escriba, porque ustedes mismos saben exactamente [...]”. La frase “los tiempos y las estaciones” nos recuerda Hechos 1:6 y 7, donde menciona que, justo antes de la ascensión de Jesús, los discípulos le preguntaron acerca del momento de los eventos finales de la historia de la tierra. Jesús les contestó que los tiempos y las estaciones son preocupación de Dios, no de ellos. Así que la frase “los tiempos y las estaciones” tiene que ver con los intentos de calcular el momento del fin.
El uso que Pablo da aquí a la frase “paz y seguridad” parece bastante irónico. Estos sustantivos no aparecen juntos en ninguna otra parte de la Biblia, pero la frase era un lema popular cuando se escribieron las cartas a los Tesalonicenses. Alrededor del año 50 d.C., los gobernantes del Imperio Romano habían logrado lo que se llamó la Pax Romana, la Paz Romana. No había guerras; no había insurrecciones que aplastar. El comercio y los viajes fluían libremente por todo el imperio, apoyados por una sorprendente red de caminos y por la seguridad proporcionada por las autoridades romanas.
Muchas de las señales que Jesús predijo ocurrirían durante la vida de los discípulos, pero no estaban sucediendo cuando Pablo escribió. Pablo confiaba en las palabras de Jesús, y su confianza era justificada: unos diez años más tarde, se quebró la Paz Romana, y comenzaron a ocurrir las aflicciones que Jesús había predicho (Marcos 13:5-23 y paralelos).
La frase “día del Señor” se encuentra en muchos pasajes de juicio del Antiguo Testamento. Identifica una intervención decisiva de Dios en el tiempo del fin, con un fuerte énfasis en las consecuencias negativas de la desobediencia (Isaías 13:6-9; Jeremías 46:10; Ezequiel 30:2-12; Joel 1:14,15; Amos 5:18-20; Abdías 1:15; Sofonías 1:11-18). En nuestro pasaje actual, Pablo combina este concepto anteriormente con la analogía del ladrón que introdujo Je­sús (Mateo 24:43; Lucas 12:39). La analogía de los dolores del parto también recuerdan las enseñanzas de Jesús en el monte de los Olivos justo antes de su crucifixión (Mateo 24:8; Marcos 13:8).
La triple combinación de Día del Señor, un ladrón en la noche y las contracciones que comienzan poco antes de dar a luz, todas ilustran la misma idea central, para Pablo. Para los malvados, la segunda venida de Jesús será repentina, inesperada e inevitable. El tiempo del fin no es un tiempo para prepararse para el fin: el tiempo para prepararse es ahora.
Encuentro interesante que Pablo utiliza la analogía de las contraccio­nes para el nacimiento con la intención de describir el momento del fin. Cuando una mujer queda embarazada, sabemos, por lo general, cuán­do es probable que llegue el niño; pero no podemos ser exactos, por lo menos con un nacimiento natural. De forma similar, aunque podemos vislumbrar que Jesús viene pronto, no sabemos “el día ni la hora”. Lo repentino de la llegada del fin significa que no hay escapatoria para los distraídos o los complacientes. Los versículos que siguen, sin embargo, dicen claramente que los que vigilan no necesitan temer el fin.

1 Tesalonicenses 5:4, 5

4        Pero ustedes, hermanos, no están en la oscuridad,
de modo que el Día los tome
como un ladrón.
5    Porque ustedes son todos hijos de luz
e hijos del día.
Ustedes no son de la noche
O de oscuridad.

En los versículos iniciales del capítulo cinco de 1 Tesalonicenses, Pablo se ocupa de la condición de los incrédulos, no de los creyentes. Por esto emplea la tercera persona para describir a quienes hablan de paz y seguridad (vers. 3). La iglesia de Tesalónica, globalmente, ya sabe que la segunda venida de Cristo es segura, pero el momento es una sorpresa. Esta sorpresa será trágica para los incrédulos, porque estarán comple­tamente sin preparación para ese evento; algunos porque no creen en la segunda venida, y otros porque piensan que pueden demorar su prepa­ración hasta que los eventos los convenzan de que está cercana.
El versículo 3 contiene un contraste de ruina y rescate. Entonces, en los versículos 4 y 5, Pablo cambia, de la tercera persona, a la segunda per­sona. Dirigiéndose a la iglesia directamente, comienza una serie de con­trastes, comenzando con día y noche, y oscuridad y luz. En el Antiguo Testamento, luz y oscuridad son bastante usuales, como metáforas de la vida espiritual; también, eran populares en el mundo judío alrededor del tiempo de Jesús y de Pablo. Mientras los incrédulos serán sorprendidos por los eventos del fin, los creyentes no lo serán. ¿Por qué? Porque viven en la luz. La profecía no fue dada a fin de satisfacer nuestra curiosidad acerca del futuro; en su Palabra, Dios nos ha brindado suficiente infor­mación para capacitarnos a fin de estar espiritualmente preparados para lo que venga más adelante.
La preparación para la segunda venida significa invertir, con serie­dad, tiempo en asimilar la Palabra de Dios. Hay muchas distracciones en el mundo actual, desde trabajos abrumadores hasta el correo electrónico, los entretenimientos, la abundancia de drogas y otros estimulantes. La apelación de Pablo nos llega por los 'corredores del tiempo. Pongan las distracciones a un lado. Den a la Palabra de Dios la prioridad más eleva­da en sus vidas, y no serán tomados por los eventos con la guardia baja, no importa cuán sorprendente sea el momento.

1      Tesalonicenses 5:6 al 8

6    Así, por lo tanto,
no duerman,
como el resto,
sean vigilantes y sobrios.
7       Porque aquellos que duermen, duermen de noche,
y aquellos que se embriagan, se embriagan de noche.
8       Pero, siendo del día,
seamos sobrios.
habiéndonos puesto la coraza
de la fe
y el amor,
y un yelmo,
la esperanza de salvación.

Pablo comienza el versículo 6 con “así, por lo tanto”. Ha establecido que los verdaderos seguidores de Jesús son hijos de la luz y del día, de modo que, en los versículos 6 al 8, construye sobre la metáfora de la luz y la oscuridad, para exhortar a los tesalonicenses a mejorar continuamente su preparación para el retorno de Jesús. Aunque el versículo 7 ofrece un poco de digresión, los versículos 6 y 8 animan a los tesalonicenses a estar despiertos, sobrios y armados para los desafíos que hay por delante.
El primer contraste que usa Pablo es el de estar dormidos versus estar despiertos. Ya que los creyentes son “hijos del día”, no deberían dormir como “el resto”; otro uso irónico de la palabra griega traducida “remanente”. Aquí, dormir es una metáfora para la pereza espiritual o la falta de interés (cf. vers. 10, donde es una metáfora de la muerte). La expresión “no duerman” podría ser mejor traducida “ni siquiera comiencen”. Pablo supone que ya están despiertos, pero los anima a estar continuamente más y más vigilantes.
Pablo, entonces, cambia la metáfora, animando a los tesalonicenses a ser espiritualmente sobrios, en vez de ebrios. En el mundo antiguo, la sobriedad era un símbolo de razón filosófica. Pablo anhela que los tesa­lonicenses sean reflexivos y cuidadosos en su razonamiento de las Es­crituras. Muchos utilizan la Biblia a fin de fijar fechas y especular. Pablo desea que los creyentes se concentren, en cambio, en las implicaciones de la Escritura para su propia preparación espiritual. Aquellos que esperan el retorno de Jesús serán auto controlados en sus relaciones con otros, y tendrán sus emociones bajo la dirección de la razón, dirigida por el Espí­ritu. Trabajarán fielmente aun cuando no sientan deseos de hacerlo; y se limitarán sexualmente, de modo que sus sentimientos no los estorben en el cumplimiento de las enseñanzas de Dios en sus vidas.
Pablo asocia el estar despiertos y sobrios con el día, y menciona que de noche la gente duerme y se embriaga. Entonces, en el versículo 8, cambia abruptamente a la imagen de un guardia militar. Los guardias necesitan estar despiertos y sobrios todo el tiempo, de día y de noche; así que, en cuanto a vigilancia, tienen que superar la norma. Pablo espera que los cristianos también excedan la norma, en su preparación para la segunda venida. Y, como fieles soldados, los cristianos deben colocarse todo el equipo, antes de ocupar sus puestos.
El Nuevo Testamento, con frecuencia, emplea analogías militares para la vida espiritual (ver 2 Corintios 10:3-5; Efesios 6:10-17; Apocalipsis 16:14-16).
Esto puede hacer que las mujeres se pregunten si hay algo en estas ana­logías que sea útil para ellas. Aquí está el punto: el Nuevo Testamento no está promoviendo combates físicos; está preocupado con la batalla por la mente. ¡No se necesita ser hombre para tener una guerra en el interior de su mente! Las mujeres, así como los varones, han confesado que tienen batallas con pensamientos negativos, chismes y celos. Por esto, en otro lugar, Pablo nos anima a “tomar cautivo todo pensamiento y hacerlo obediente a Cristo” (2 Corintios 10:5, en mi traducción).
Una vez más, Pablo introduce el trío de fe, amor y esperanza, y, una vez más, la esperanza es la última de las tres, al mencionarlas (contrasta con 1 Corintios 13:13). Como en el versículo inicial de 1 Tesalonicenses, Pa­blo utiliza la esperanza al final de la carta, con la intención de subrayar su énfasis en este breve libro, sobre la segunda venida de Jesús. Y, en 1 Tesalonicenses 5, otorga un énfasis aún mayor que en otras partes, com­parando la esperanza sola con una pieza de la armadura, mientras que la coraza representa tanto la fe como el amor. Claramente, el lenguaje militar, en el versículo 8, habla acería de la fe, el amor y la esperanza.
Generalmente usamos la palabra salvación para hablar acerca de la aceptación del evangelio y los cambios resultantes en el presente. Pero, en los escritos de Pablo, la salvación es una metáfora que casi siempre tiene que ver con el futuro. En 1 Tesalonicenses 5, habla acerca de la esperanza de salvación. No la presenta como una posesión presente, sino como algo que los creyentes tendrán al final, cuando Jesús retorne para “salvar” a su pueblo. Ninguno de los conceptos de salvación está equivocado; la salvación es una metáfora que puede ser usada de más de una forma.
En 1 Tesalonicenses 5:3 al 8 Pablo plantea una serie de contrastes, algunos explícitos y otros en una forma más sutil. Los enumero a con­tinuación:

ruina/[rescate] (versículo 3)
oscuridad/luz (versículos 4, 5)
noche/día (versículos 4, 5)
sueño/vigilancia (versículo 6)
ebriedad/sobriedad (versículos 6-8)
armado/[sin defensas] (versículo 8)
vestido/[desnudo] (versículo 8).

1 Tesalonicenses 5:9-11

9       Porque Dios no nos designó
para ira, sino
para la posesión de la salvación
por medio de nuestro Señor Jesucristo,
10     quien murió por nosotros, para que,
sea que estemos despiertos o durmamos,
podamos vivir con él.
11     Por lo tanto, anímense unos a otros y
edifíquense unos a otros,
así como están haciendo, en realidad.

Como hemos visto, en 1 Tesalonicenses 5:1 al 8 Pablo ha establecido una serie de contrastes para ilustrar las dos facetas del Juicio que suce­derá en relación con la segunda venida de Jesús. En los versículos 9 al 11, Pablo se ocupa del contraste entre la ira y la salvación.
Algunas personas sienten hoy que las declaraciones bíblicas acerca de la ira de Dios reflejan la cultura de los tiempos bíblicos, más que la verdad acerca de Dios. Es cierto que hay elementos humanos en la Biblia; y también es cierto que, en la Biblia, Dios adapta su verdad a los límites de la comprensión humana. Pero, el concepto de la ira de Dios no se limita a las secciones más antiguas de la Biblia; está ampliamente dispersa, también, en el Nuevo Testamento, y proviene de los labios de Jesús (Lucas 21:23; ver también Juan 3:36), de la pluma de Pablo (Romanos 1:18; 5:9; 1 Tesalonicenses 1:10) y de las visiones en el Apocalipsis (Apocalipsis 6:16, 17; 15:1). Por lo que no podemos ignorar, sin riesgos, el concepto: debe expresar algo muy importante acerca de Dios y del plan de salvación. Los caminos de Dios no son nuestros caminos (ver Isaías 55:8, 9).
Aunque no podemos entrar en profundidad en este asunto aquí, debemos tener en claro que la ira de Dios, de la que habla la Escri­tura, no es un enojo irracional e impulsivo. En cambio es, más bien, como una campaña, en un país, para llevar a la justicia a quienes quebrantan la ley abusando y oprimiendo a otras personas. Siendo que todos hemos quebrantado la Ley de Dios, todos estaríamos suje­tos a la ejecución de la justicia, si no fuera por la vida, la muerte y la resurrección de Jesús.
Me recuerda la ocasión en que estaba manejando un vehículo un poco demasiado velozmente por un camino rural, en el interior del Es­tado de Nueva York. Mi esposa estaba ubicada en el asiento delantero del acompañante, en el automóvil, y una de las feligresas de mi iglesia estaba en el asiento de atrás. Ella me estaba diciendo que su esposo justo la había abandonado. La noticia era tan angustiante que yo no estaba prestando atención a la velocidad del automóvil. Por supuesto, pronto una luz roja, parpadeante, detrás de mí, me sugirió que estaba en problemas.
Después de una breve conversación, el oficial de policía me entregó una papeleta que decía: “El Estado de Nueva York contra Jon Paulien”. ¿Qué? Hay veinte millones de personas en el Estado, ¿y cada una de ellas está enojada conmigo? Yo sabía que esta idea era tonta, ¡pero así me sentía! Yo había violado el orden social, y se necesitaba de una corrección. En forma similar, la “ira de Dios” es una metáfora que nos comunica que estamos fuera de orden en el universo, por causa de nuestras propias acciones.
Unos pocos días más tarde, me presenté ante el juez de faltas de aquel pueblo donde me detuvieron. Este juez era joven y muy bondadoso. Me pidió que le contara mi versión del incidente. Le dije que era pastor, y que el sufrimiento de un miembro de mi iglesia que estaba en el asiento de atrás de mi automóvil me había distraído. Me escuchó con simpatía, y bondadosamente decidió dejar sin efecto la multa, declarando que él suponía que yo no volvería a su tribunal. Por supuesto, me aseguré de no terminar otra vez allí.
El juez no estaba interesado en castigarme; sencillamente, quería que cambiara mi conducta. Y su gracia fue un mayor motivador de cambio que cualquier multa. Esto es como las buenas nuevas de la ira de Dios, que brillan a través de 1 Tesalonicenses 5:9 al 11. Dios no está ansioso de arrojar su “ira”, justicia punitiva, sobre nosotros. Él anhela que seamos salvos. Y, en Cristo, ha provisto todo lo que necesitamos para evitar ser destruidos en el Juicio. Por esto, Pablo pensó que la ira de Dios, correctamente com­prendida, era una razón de ánimo, en vez de terror (versículo 11).
Por medio de todos los contrastes en los versículos 4 al 9, Pablo esta­blece una clara distinción entre la vida y la conducta del creyente y la de los “de afuera”. Él no animó a los creyentes tesalonicenses a estresarse acerca de si estaban adentro o afuera. En los últimos días, los creyentes pueden tener confianza, porque en Cristo hallan la seguridad de que ellos son hijos de la luz, y el aliento es un motivador mucho más fuerte que la reprensión o la coacción.
Algunas personas pueden preguntarse acerca de todo el lenguaje me­tafórico que encontramos en 1 Tesalonicenses. ¿No hay nada en la carta que sea literal y concreto?
Hace años, Elena de White escribió: “La Biblia está escrita por hom­bre inspirados, pero no es la forma del pensamiento y de la expresión de Dios. Es la forma de la humanidad. Dios no está representado como escritor. Con frecuencia los hombres dicen que cierta expresión no pa­rece de Dios. Pero Dios no se ha puesto a sí mismo a prueba en la Biblia por medio de palabras, de lógica, de retórica”. [1]
Necesitamos recordar, una vez más, que cuando Dios se comunica por medio de un profeta o de un apóstol, encuentra a la gente donde está. Usa ilustraciones de su cultura y su ambiente, y emplea un lenguaje que tiene sentido para ellos. Puede ser más difícil para nosotros -que vivi­mos dos mil años más adelante y en una cultura muy diferente- llegar a comprender todo lo que está significando.
La Biblia es lo suficientemente clara para que todos podamos encon­trar el camino de la salvación. Pero no es tan clara como para responder a todas nuestras preguntas acerca de la vida, la historia o la ciencia. Dios no nos demanda que sepamos cosas que él no ha aclarado. En la eterni­dad, todo será aclarado (1 Corintios 13:12).


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[1] Elena de White, Mensajes selectos, tomo 1, p. 24.
Los Eventos finales Los Eventos finales Reviewed by FAR Ministerios on 9/02/2012 Rating: 5

2 comentarios:

  1. Buscando acerca del orden de los eventos finales, encontré este maravilloso mensaje que resultó en un excelente devocional para mí en esta mañana. Dios les bendiga.

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  2. Que buen sermón lo utilare para el culto de los sábados bendiciónes y gracias

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