Promesas a los perseguidos

Una sencilla llamada telefónica podría haber aclarado muchos problemas que afrontaban las iglesias de Pablo, pero, por supuesto, no había teléfonos entonces, de modo que los creyentes tenían que rastrear a Pablo y enviarle, por mano, una carta con sus preguntas. Luego, Pablo dictaría una respuesta y la enviaría, por mano, a la iglesia. El proceso podría llevar meses; meses durante los cuales las falsas doctrinas y los malos entendidos tendrían tiempo de desarrollarse y esparcirse.
Esto parece haber sucedido en Tesalónica. En el tiempo que le llevó a Pablo reunir la información y escribir la respuesta que conocemos como 1 Tesalonicenses, surgieron nuevos problemas en la iglesia. Además, ma­las comprensiones y malas aplicaciones de lo que Pablo escribió en la primera carta pudieron haber complicado estas situaciones. Segunda Tesalonicenses es el intento de Pablo por corregir la situación. [1]
En el primer capítulo de 2 Tesalonicenses, Pablo otra vez espera el resultado de su obra en favor de esa iglesia. En la segunda venida, los creyentes serán rescatados de sus perseguidores por la intervención es­pectacular de Dios en Cristo. Segunda Tesalonicenses 1 proporciona información adicional acerca de la naturaleza de los eventos que rodean el retorno de Cristo.

2 Tesalonicenses 1:1, 2
 1        Pablo y
Silvano y
Timoteo
a la iglesia de los tesalonicenses
en Dios nuestro Padre y
el Señor Jesucristo.
2        Gracia a ustedes
y paz
de Dios nuestro Padre y
del Señor Jesucristo.

Pablo tenía cierta manera habitual de expresar cosas, incluyendo el estilo con el que saludaba a la gente en sus cartas. El comienzo de 2 Tesa­lonicenses es casi idéntico al inicio de 1 Tesalonicenses. En el mundo de hoy, podríamos sospechar que Pablo estaba utilizando una macro de su computadora, que comenzaría cada carta con la misma introducción bá­sica. Sin embargo, encontramos una diferencia entre 1 y 2 Tesalonicenses; diferencia que todos los manuscritos griegos han preservado. Pablo cambia la introducción de “en Dios el Padre” (1 Tesalonicenses 1:1) a “en Dios nuestro Padre” (2 Tesalonicenses 1:1; la cursiva fue añadida). Este cambio añade un toque de relación. Hay personas que se sienten cercanas a Jesús, no obstante, tienen miedo de Dios el Padre. Pablo asegura a los tesalonicenses que pueden tener tanta confianza en su relación con el Padre como la tienen con el Hijo. Jesús vino a esta tierra con el objetivo de mostrarnos cómo es el Padre. Ese punto se refuerza en el prólogo del cuarto Evangelio (Juan 1:1-18).

2 Tesalonicenses 1:3-10
 3        Estamos obligados a dar gracias a Dios
siempre por ustedes,
hermanos, como es correcto,
porque la fe de ustedes crece abundantemente,
y el amor de cada uno de ustedes
el uno por el otro
está aumentando,
4        de modo que nosotros mismos nos jactamos acerca de ustedes
entre las iglesias de Dios
por causa de la paciencia de ustedes
y la fe
en todas las persecuciones de ustedes y
en las aflicciones
que están soportando,
5        la evidencia de los justos juicios de Dios,
de modo que puedan ser hechos dignos
del reino de Dios,
por el cual están sufriendo,
6        siendo que es en realidad justo
en la mente de Dios
devolver con aflicción
a quienes los afligen a ustedes,
7        y dar descanso a ustedes
que están afligidos
junto con nosotros,
en la revelación del Señor Jesús
del cielo
con sus ángeles poderosos
8        en fuego llameante,
dirigiendo venganza
hacia quienes no conocen a Dios
y que no obedecen el evangelio
de nuestro Señor Jesucristo,
9        quien paga la penalidad
de la eterna destrucción,
aparte del rostro de Dios
y de la gloria de su poder,
10      en el día cuando venga
para ser glorificado en todos sus santos,
y para ser maravillado en todos los que creen,
porque nuestro testimonio fue creído por ustedes.

Este es un texto denso, que debemos considerar. Yo lo hubiese divi­dido en secciones menores, pero el pasaje completo de ocho versículos es una sola frase en griego. En varias versiones castellanas, la traducción no refleja esa situación. Aunque la oración, globalmente, se concentra principalmente en los eventos que rodean la segunda venida de Jesús, la oración principal de la sentencia es: “Estamos obligados a dar gracias a Dios siempre por ustedes” (versículo 3). Los comentarios de Pablo sobre el regreso de Jesús (versículos 6-10) forman parte de la razón por la que él da gracias a Dios por ellos.
Ahora que han observado el fluir de toda la sentencia, con todas sus cláu­sulas subordinadas (he tratado de retener el sabor de la gramática griega), repitamos los primeros dos versículos de esta sección (2 Tesalonicenses 1:3, 4) para que podamos concentrarnos más directamente en los detalles del texto.
2 Tesalonicenses 1:3, 4
 3        Estamos obligados a dar gracias a Dios
siempre por ustedes,
hermanos,
como es correcto,
porque la fe de ustedes crece abundantemente,
y el amor de cada uno de ustedes
el uno por el otro
está aumentando,
4        de modo que nosotros mismos nos jactamos acerca de ustedes
entre las iglesias de Dios
porque la paciencia de ustedes
y la fe
en todas las persecuciones de ustedes y
en las aflicciones
que están soportando.

Una vez más, estamos en el ámbito de la oración; lugar que Pa­blo parece visitar con frecuencia, en estas cartas. El apóstol se siente obligado a dar gracias a Dios por los tesalonicenses, por dos razones. Primera, porque la fe de ellos está “súper creciendo” (una de las mu­chas palabras compuestas con “súper”). Hubo un tiempo en que Pablo se preocupó por la fe de ellos (1 Tesalonicenses 3:1-10), pero ya no es así: su fe estaba “creciendo abundantemente”. Pablo agradece a Dios porque el amor mutuo de los tesalonicenses también se incrementa. En el griego original, ambos verbos (está creciendo y está aumentando) figuran en tiempo presente. Esto significa que los tesalonicenses estaban crecien­do en forma consistente y continua en la fe, y abundando en amor. Esta clase de crecimiento es básico para cualquier iglesia saludable. Las plantas que no crecen morirán; lo mismo sucederá con las iglesias que no crecen espiritualmente.
Pablo apoya, o afirma, a los creyentes tesalonicenses, en parte, por­que siguen sufriendo persecución; se jacta de la paciencia de ellos en la aflicción. Ellos han llegado a ser modelos del compromiso cristiano bajo fuego, ya sea porque su persecución fue más severa que la de la mayoría, o porque la forma en que respondieron a aquella fue singular entre las iglesias con las que Pablo trabajaba (ver 1 Tesalonicenses 1:6, 7).
Mi propia experiencia me enseñó que el desarrollo del carácter ocurre mejor en una atmósfera de gracia y de aceptación. Crecí en un buen hogar adventista, pero tendía a hacer lo correcto por temor al castigo de Dios, en vez de hacerlo por un claro sentido de que Dios me amaba y me aceptaba. No importa cuánto me esforzara, parecía cometer los mismos errores vez tras vez. Pero, cuando comencé a creer realmente en que Dios me aceptaba, comencé a experimentar un crecimiento espiritual espontáneo.
Al contemplar somos cambiados. Si pensamos que Dios es severo y vengador, tenderemos a llegar a ser severos y vengadores nosotros mis­mos. Pero, si creemos que Dios está lleno de gracia y de aceptación, tenderemos a asumir esas dos características. Cuando miramos a Jesús, no es difícil vislumbrar cuál es el retrato más exacto.

2 Tesalonicenses 1:5, 6
 5        la evidencia de los justos juicios de Dios,
de modo que puedan ser contados por dignos
del reino de Dios,
por el cual están ustedes sufriendo,
6        siendo que en realidad es justo
en la mente de Dios
recompensar con aflicción
a los que los están afligiendo,

La palabra “evidencia”, al comienzo del versículo 5, significa la prue­ba, o la indicación clara, de algo. Se refiere a algo en el versículo 4, pero ¿a qué? ¿Es la jactancia del apóstol la evidencia del “justo juicio de Dios”? ¿O es la paciencia y la fe de la iglesia? O, tal vez, ¿la clase de persecución que estaban soportando? La frase que figura más próxima a la palabra “evidencia”, normalmente, sería aquella a la que esta se refiere. Pero ¿qué prueba la persecución de los cristianos acerca del justo juicio de Dios? La evidencia acerca de la que Pablo escribe no es ciertamente una evidencia del juicio de Dios contra su pueblo. Por el contrario, se­ñala al juicio futuro, en el cual el pueblo de Dios es vindicado y los que los persiguen recibirán lo que hicieron a los demás. (Veremos eso más adelante, en este capítulo.)
Hay un mensaje para nosotros aquí. El juicio de Dios pondrá las co­sas en orden. Los que persiguen al pueblo de Dios un día afrontarán la justicia del Señor, y los que experimentaron injusticias hoy, por causa de su fe, pueden esperar el juicio de Dios con confianza. Cuando eso ocurra, será evidente que fueron el objeto del favor de Dios todo el tiempo.
El Nuevo Testamento anima a los creyentes a mostrar gracia, mise­ricordia y perdón hacia otros. Pero, cuando esas acciones chocan con maldiciones, golpes y confinamiento, es animador pensar que la injus­ticia no durará para siempre. De modo que Pablo invita a los santos de Dios a ser pacientes (2 Tesalonicenses 1:3, 4; ver también Apocalipsis 14:12). Su paciencia y su fe mientras soportan pruebas no solo hacen la vida más soportable, sino también revelan que Dios los ha elegido. En consecuencia, el sufri­miento por la fe personal puede ser una razón de regocijo (1 Tesalonicenses 1:6, 7). Es una evidencia de la vida real, que demostrará de qué lado estaremos cuando venga Jesús.
En el versículo 5, el justo juicio de Dios se comprueba en su aproba­ción de los tesalonicenses. En el versículo 6, se advierte en la condenación y la destrucción de sus perseguidores. En ambos casos, el juicio es el resultado, en el tiempo del fin, de la conducta presente.

2 Tesalonicenses 1:7-9
 7        y dar descanso a ustedes
que están afligidos
junto con nosotros,
en la revelación del Señor Jesús
del cielo
con sus ángeles poderosos
8        en fuego llameante, dirigiendo venganza
hacia quienes no conocen a Dios
y que no obedecen al evangelio
de nuestro Señor Jesucristo,
9        quien paga la penalidad
de la eterna destrucción,
lejos del rostro del Señor
y de la gloria de su poder.

En el mundo actual, muchas personas están incómodas con el lenguaje de este texto. Sienten que un Dios de amor, de gracia y de misericordia no tendría nada que ver con “pagar” (versículo 6), venganza, castigo y la aplicación de sufrimiento. Creen que hablar de violencia aumenta la violencia. ¿Cómo hemos de considerar estos pasajes? ¿Es Dios vengativo? Primero, debemos leer pasajes como este, en 2 Tesalonicenses, recor­dando el contexto más amplio de la Biblia: específicamente, su mensaje de que Dios ama a todas las personas y que no quiere que ninguno muera.
Segundo, mientras los pensamientos de quienes escribieron la Biblia fueron inspirados por el Espíritu Santo, fueron los escritores humanos quienes escogieron las palabras que usaron. Elena de White señaló este hecho: “La Biblia está escrita por hombres inspirados, pero no es la forma del pensamiento y de la expresión de Dios. Dios no está representado como escritor. Con frecuencia los hombres mencionan que cierta expre­sión no parece de Dios. Pero Dios no se ha puesto a sí mismo a prueba, en la Biblia, por medio de palabras, de lógica, de retórica. Los escritores de la Palabra eran los escribientes de Dios, no su pluma”. [2] Hasta cierto punto, entonces, el lenguaje violento de la Biblia puede explicarse como una adaptación a la necesidad humana.
Tercero, debemos tomar en cuenta el hecho de que las metáforas se usan libremente en la Biblia, y los hombres que escribieron la Biblia las eligieron para la comunicación con la gente que vivía en ciertos tiempos y lugares.
Cuarto, cualquier buen gobierno, en el mundo actual, debe, en algún momento, ejercer violencia para limitar el mal. La violencia del gobier­no no siempre es gráfica y sangrienta, por supuesto. Puede involucrar, meramente, la clase de limitación que se ejerce cuando un policía hace detenerse a una persona que va a exceso de velocidad, o cuando un agente del gobierno audita los impuestos de los ciudadanos.
¿Considera usted a eso violencia? ¿A cuánta velocidad manejaría su vehículo, si no hubiese patrulleros? ¿Cuánto pagaría usted al Gobierno, si los impuestos fueran voluntarios? ¿Cuán ansiosos están los presos de permanecer en la cárcel? Los buenos gobiernos proporcionan límites, que se necesitan a fin de que podamos vivir juntos en paz.
Cuando tratamos con un Adolfo Hitler o un Saddam Hussein, la violencia llega a ser necesariamente más brutal. El mal nunca se rinde voluntariamente. Y, cuanto más grande el poder y la brutalidad del mal, mayor es la fuerza necesaria para deshacerlo. Las imágenes de este pasaje no son bonitas, pero nos aseguran que Dios hará todo lo necesario para terminar con la violencia y la opresión (ver Apocalipsis 16:4-7). Aunque la vio­lencia de Dios es necesaria, está supervisada y limitada por Jesús, el mise­ricordioso Salvador. Jesús comprende el costo del sufrimiento porque él lo experimentó. Podemos confiar en él, que ejercerá la justicia divina sin ir a los extremos. Los malvados sufrirán, pero ni una gota más de lo necesario.
Sin embargo, la meta de Pablo, en este pasaje, no era gozarse en la venganza, sino animar a los abusados y los oprimidos. El día de justicia viene, así que no necesitamos tomar la justicia en manos propias. Un Dios justo, que mide la justicia con cuidado, juzgará a nuestro favor. El núcleo de este juicio está realmente del otro lado de 1 Tesalonicenses 4. Ese pasaje expresa que la segunda venida permitirá que los tesaloni­censes estén “con el Señor”. Esto indica que la segunda venida echará a quienes persiguen a los tesalonicenses lejos del rostro del Señor, no porque él los odia sino porque el mal en sus caracteres los hace incapaces de soportar la gloriosa presencia de Dios.
 2 Tesalonicenses 1:10
 10      en el día cuando él venga
para ser glorificado en todos sus santos,
y para ser maravillado en todos los que creen, porque nuestro testi­monio fue creído por ustedes.

Segunda Tesalonicenses 1:3 al 10, la sentencia completa, proporciona varios detalles importantes acerca de la segunda venida de Jesús. Cuando él retorne, “afligirá a los que afligían” y dará descanso a los afligidos (ver versículos 6, 7). Descenderá del cielo en compañía de ángeles poderosos (versículo 7). Vendrá con fuego flameante y ejecutará justicia en aquellos que han rechazado a Dios y al evangelio de Jesucristo (versículo 8). Los malvados serán destruidos a su venida (8, 9), y los justos traerán gloria a Cristo (versículo 10). He puesto el versículo 10 por separado, porque en él Pablo hace una tran­sición del juicio de los malvados a la experiencia de los justos.
Algunos miembros de la iglesia en Tesalónica habían adoptado la idea de que el Día del Señor ya había venido (ver 2 Tesalonicenses 2:1-3 y el próximo capí­tulo de este libro). Pablo escribió estas líneas iniciales con ellos en mente. Estaba diciendo que la idea de que el Día del Señor ya estaba en el pasado no se adecuaba a la evidencia. Era como si Pablo dijera: ¿Ha sido Dios plenamente glorificado en la tierra? (Definitivamente, no). ¿Han sido ya destruidos los malvados con fuego? (No; todavía están persiguiendo a los creyentes.) Lo vivido del informe de Pablo respecto de la segunda venida era una prueba positiva de que el fin no había llegado todavía.

2 Tesalonicenses 1:11, 12
 11      Con este fin en vista
oramos siempre por ustedes,
para que nuestro Dios pueda hacerlos
dignos de su vocación,
y que pueda llenarlos
cada intención de bondad (de ustedes)
y obra de fe
con poder,
12      de modo que el nombre de nuestro Señor Jesús
pueda ser glorificado en todos ustedes,
y ustedes en él,
de acuerdo con la gracia
de nuestro Dios y
del Señor Jesucristo.

El versículo 11 deja en claro que el carácter importa; después de todo, el carácter es lo único que llevaremos con nosotros a la eternidad. [3] Pablo ora porque Dios haga que cada tesalonicense sea digno de participar en el día cuando Jesús regrese. Pablo sabe de sus buenas intenciones y su fe activa, y ora para que Dios supla todo lo que ellos no pueden hacer; que él les dará lo que necesiten a fin de que lleguen a ser lo que él quiere que sean. Como en 1 Tesalonicenses 5:24, este no es un llamado para que los tesalonicenses dediquen esfuerzos extra, sino un llamado a que se pongan continuamente en las manos de Dios, de modo que pueda moldearlos y dar forma a sus caracteres. Después de todo, el carácter está constitui­do por pequeñas decisiones tomadas cada día. Cuando elegimos poner a nuestros caracteres y a nosotros mismos en las manos de Dios momento tras momento, él hará lo necesario a fin de hacernos dignos de glorificarlo cuando regrese. Este crecimiento del carácter nunca es la base de nuestra salvación; más bien, es el fruto de una relación salvadora con Jesucristo.
En el versículo 12, Pablo pasa fácilmente de Dios a Jesús, usando los dos términos en forma indistinta. Aunque las cartas a los Tesalonicenses figuran entre los primeros escritos del Nuevo Testamento, es claro que el concepto de Pablo del monoteísmo -su creencia de que hay solo un Dios- incluye a Jesús. El Hijo no es un dios secundario o una deidad menor; es plenamente igual al Padre. Esta enseñanza es muy importante para nosotros. Cuanto más grande es Jesús, más poderosa es su salvación; y más claro el cuadro de Dios que recibimos al contemplar la vida, la muerte y la resurrección de Jesús. Si Jesús está plenamente incluido en el concepto judío de Dios, entonces es la revelación más clara de cómo es Dios, en una forma que los humanos pudieran ver, manejar y comenzar a comprender.
La fe mostrada por un granjero adventista reveló que él comprendió las implicaciones de lo que está escrito en este capítulo. Un viernes, jus­to antes de que comenzara la cosecha, se extendió la noticia de que una enorme manga de langostas se dirigía hacia la región donde él vivía. Los granjeros vecinos se apuraron a trabajar todo el viernes de noche y todo el sábado, para cosechar sus campos antes de que llegaran las langostas.
Pero el granjero adventista se preparó para el sábado, como siempre. Sus vecinos trataron de convencerlo de que trabajara durante “su” sábado solo esta vez. Se preocuparon por él, y no querían ver cómo él y su familia re­sultarían dañados. Pero, el granjero adventista estaba decidido: obedecería el Mandamiento y dejaría su granja en las manos de Dios.
El domingo de mañana, el granjero adventista se despertó y miró por la ventana, para ver lo que había sucedido. Desafortunadamente, mientras todos los demás granjeros habían salvado sus cosechas, la de él había desaparecido completamente: las langostas la habían devorado totalmente.
Esa mañana, los otros granjeros fueron a la casa del adventista, en camino a su iglesia. “¿Qué sucedió?” le preguntaron. “¿Por qué Dios no protegió tu cosecha, cuando fuiste tan fiel a lo que creías?”
La respuesta del granjero fue corta, y en armonía con 2 Tesalonicen­ses 1: “Dios no siempre arregla las cuentas finales en octubre”. [4]





Referencias
[1] Basado en las notas introductorias de 2 Tesalonicenses en la NKJV Study Bible (Nashville, Thomas Nelson Publishers, 1997), p. 2031.
[2] Elena G. de White, Mensajes selectos, tomo 1, p. 24.
[3] Ver Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro (Florida, Bs. As., Asociación Casa Editora Sudamericana, 1971), pp. 277, 298; La educación (Florida, Bs. As., Asociación Casa Editora Sudamericana, 1978), p. 307.
[4] La época de cosecha, en esa región del hemisferio norte, se realiza durante los meses de septiembre y octubre (Nota del traductor).
  
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Promesas a los perseguidos Promesas a los perseguidos Reviewed by FAR Ministerios on 9/12/2012 Rating: 5

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