Discipular a la gente comun

Dueños de casa, pescadores, carpinteros, soldados, comercian­tes, empleados del Gobierno, viñateros, pastores, tenderos, co­sechadoras, constructores y muchas otras personas corrientes se apretujaban para escuchar al Carpintero de Nazaret, vestido ordinariamente. ¿Por qué? Sin exhibicionismo extravagante, oratoria florida o un cortejo impresionante, Jesús atraía a diversas clases de personas, pero es­pecialmente a la gente “ordinaria” y a los trabajadores comunes. Sin el apoyo de ningún rey sin una vestimenta asombrosa, sin respaldo político ni otros elementos asociados normalmente con las personas de éxito, este galileo co­rriente reunía una multitud que lo seguía, de entre las consideradas personas promedio, mundanas, normales. Los discípulos de entre las clases aristocráti­cas más ricas parecían invisibles, comparados con estas masas. ¿Qué caracte­rísticas y cualidades surgían mediante el mensaje y el estilo de vida de Jesús, que le permitía tanta eficiencia? ¿Qué pueden imitar los cristianos del siglo XXI del modelo de Cristo, para reproducir esa efectividad hoy?
Identificación: Los misioneros cristianos han aprendido que las barreras culturales son impedimentos naturales en contra de la difusión del evan­gelio. Obviamente, el lenguaje, el uso de su manera de pensar, necesitaban dominarse para facilitar la comunicación. Sin embargo, esto era solo una de varias barreras importantes. La vestimenta, los hábitos de alimentación, el uso del tiempo libre, las prácticas financieras, las relaciones familiares, la comprensión espiritual y docenas de factores interrelacionados con el estilo de vida constituían barreras adicionales.
El libro misionero clásico Peace Child [Niño de paz] contiene la historia del misionero Don Richardson, que se empeñó en encontrar metáforas con el objetivo de comunicar el evangelio a pueblos primitivos. Mientras pre­sentaba la historia de la pasión, sus oyentes rieron con aprobación, cuan­do contó la traición de Judas. ¡Dentro de esa cultura, la conspiración y la traición eran consideradas virtudes! Si Richardson hubiera crecido dentro de esa cultura, probablemente habría evitado ese memorable error. Las ca­racterísticas del estilo de vida cultural, a menudo, son moldeadas en forma imperceptible por numerosos factores, tan sutiles que este proceso ocurre sin llamar la atención. Comenzando en el vientre y siguiendo en el patio de juegos, estas características se moldean constantemente alrededor de la mesa del almuerzo, el aula y el lugar de trabajo. Se comprende que estos atributos, como el lenguaje, se adquieren naturalmente y más fácilmente al vivenciarlos durante el crecimiento de cada uno, más bien que cuando se adopta alguno de ellos más tarde en la vida. Realmente, adoptarlos podría sonar como algo falso, falto de sinceridad o con motivos ulteriores.
La Sabiduría celestial eligió Nazaret (una ubicación de clase media), a José y a María (una familia común) y la carpintería (una ocupación sen­cilla pero respetable) para la crianza de Jesús. ¡La Realeza del cielo nació entre el ganado y las ovejas! Los contemporáneos de Cristo creían que él era una persona corriente. La gente de su pueblo lo consideraba como uno más de ellos. “Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José?” (Lucas 4:22). El Cielo, intencionalmente, designó la cualidad de ser “una persona común” de Cristo.
“Porque [el Hijo] ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que soco­rrió a la descendencia de Abraham. Por lo cual debía ser en todo semejan­te a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote” (Hebreos 2:16, 17).
El humilde ámbito de desarrollo de Jesús facilitó su identificación natu­ral con la gente común. Jesús deglutía lo que ellos cocinaban, usaba ropas iguales a las de ellos, jugaba sus juegos, asistía a sus casamientos, oía sus historias y se identificaba completamente con la gente de todos los días. Si Cristo hubiese gozado de las ventajas de los palacios reales, de riqueza abundante, de relaciones bien ubicadas políticamente y otras situaciones, el pueblo común lo habría menospreciado y probablemente, lo habría ig­norado. En cambio, fue recibido con entusiasmo como “uno de nosotros”. Habiendo nacido como una persona “promedio”, había adquirido natural­mente los gustos, los hábitos y los sentimientos de las masas judías.
En vez de impedir la misión de Cristo, su crianza lo impulsó hacia ade­lante, en esto. Cada creyente que se considera una persona común debería considerar las implicaciones de este hecho. Cuán a menudo los creyentes renuncian a su vocación de avanzar en la misión de Cristo porque se con­sideran no calificados, no profesionales, comunes. Esta “teología cristiana de castas” depende del “sacerdocio oficial” para hacer progresar el Reino de Dios; quedándose de forma complaciente en las líneas laterales, ya sea alentando –aunque culpablemente– o quejándose en forma arrogante. “No estamos adiestrados para hacer la obra del pastor”. “Confundiremos a la gente”. “Somos, sencillamente, personas corrientes; una iglesia como otras. Dejen que el ministro, que estudió en el seminario, haga discípulos. ¿No le pagan para eso?”
Supónganse que los ejércitos pelearan sus batalléis con esta filosofía. Se ubican los soldados. Su misión es rescatar prisioneros, expulsar a los enemi­gos atrincherados y recapturar el territorio perdido. Antes de enfrentar a los enemigos, se oyen varias conversaciones en las trincheras.
Un soldado común habla con otro: “Aquí no se nos necesita, realmente. Somos soldados ordinarios, equipados con rifles. Los aviones destruyen más enemigos, en pocos segundos, de los que la infantería destruye en meses. Los barcos de guerra también demuestran un increíble poder de fuego. Los tanques dominarán a nuestros enemigos sin nuestra ayuda. Sentémonos, comamos algunas de nuestras raciones y gocemos del espectáculo”.
Otro soldado dice: “De acuerdo. De todos modos, somos solo soldados comunes. Los generales tienen acceso a inteligencia clasificada. Los coro­neles se graduaron de programéis de adiestramiento. Los capitanes conocen las maniobras tácticas y controlan equipos sofisticados de comunicaciones. Y, además, ganan sueldos enormes. ¿No deberían ser ellos los que pelean?”
Todavía, otro soldado se expresa: “¡Exactamente! Con una misión tan extensa, ¿qué diferencia podríamos producir los pobres soldados de In­fantería como nosotros? ¿Quién necesita de nuestros pequeños lanzado­res de arvejas?”
Un tanto de acuerdo, un capitán añade: “Estos soldados de pocas luces no producen nada. Ganar las batalléis con estos idiotas es como pintar el edificio del Congreso con aplicadores de esmalte para uñas. No están pos­poniendo mi ascenso. Yo demostraré mi competencia sin ellos. Traigan los barcos de guerra, los aviones y los tanques”.
No sorprende que las iglesias que usan estéis tácticas fracasen. Esos sol­dados que tienen los rifles son indispensables; realizar la misión es imposi­ble sin su participación entusiasta. A menudo, los miembros “normales” de la iglesia gozan de tremendas ventajas sobre los profesionales, en el proce­so del discipulado:
1)   Los no creyentes, con frecuencia, evitan el contacto con los religio­sos profesionales, como los pastores. Dejar de lado a estos profesionales es relativamente fácil. Los pastores ocupan los edificios de las iglesias, y se en­cargan del mantenimiento de la iglesia (“El edificio colapsaría si yo entrara en él”); los ministros están enclaustrados allí. Sin embargo, los no creyentes trabajan compran, gozan de sus vacaciones y completan docenas de tran­sacciones en las que se encuentran con cristianos comunes que reparan cosas, son comerciantes, empleados del Gobierno, vendedores, entrenado­res, educadores, cosmetólogos, camioneros, gerentes de construcciones, enfermeros, electricistas, plomeros, soldadores, terapeutas, mineros, mecá­nicos de automóviles, etc. ¡Los cristianos comunes los tienen rodeados! Los pastores nunca alcanzarán a esas personéis. Pero los cristianos corrientes, sí.
2)   Muchas personas no pueden identificarse con los ministros profe­sionales, por los conceptos equivocados acerca de la justicia. Se mira a los ministros como separados de la realidad. “Nunca podrían comprender mis pruebas, tentaciones y tribulaciones. Están solo pensando en su santidad. Nunca comprenderían mi vida llena de pecados y con tendencia a los erro­res”. No obstante, ellos pueden identificarse con sus colaboradores cristia­nos, basados en sus mutuas ocupaciones y tal vez, intereses compartidos. Después de todo, el creyente y el no creyente recurre por igual al peluquero, al mecánico, al cocinero, al operador de grúas, al plomero, al chacarero, al pintor y al cajero. Cualquiera que trabaja junto a ellos no puede ser tan ex­traño. Sus hijos pueden compartir los juegos de pelota con los hijos de ellos. Pueden apreciar las mismas actividades de su tiempo libre como pescar, ha­cer caminatas, leer. Pueden almorzaren los mismos restaurantes. Las amista­des se forman cruzando el abismo que separa al creyente del no creyente.
3) Lamentablemente, los recientes escándalos sexuales y financieros que comprometen a profesionales de la iglesia crearon otras barreras entre los clérigos y los no creyentes. Aunque los cristianos orientados hacia la gracia pueden perdonar estos deslices morales, muchos no creyentes se aferran de estos incidentes como justificación propia. “Ellos no son mejores que nosotros, los pecadores. ¿Quién necesita de la religión? Somos tan bue­nos como cualquiera, sin las discusiones”. Los profesionales del ministerio rara vez penetran en los corazones de personas tan prejuiciadas. Se los con­sidera hipócritas, sencillamente porque son ministros. Los cristianos comu­nes, otra vez, tienen ventajas enormes. Afortunadamente, los no creyentes no pueden evitar completamente a los cristianos para siempre. Cuando los cre­yentes ofrecen palabras de ánimo, oídos que escuchan y ocasionalmente, apoyo financiero, se hacen impresiones duraderas. Se derriten gradualmen­te los prejuicios. Como las rajaduras en un parabrisas se siguen extendiendo milímetro a milímetro, la bondad de los cristianos sigue extendiéndose, y pone en jaque las barreras contra el Espíritu de Dios. Los profesionales cris­tianos rara vez tienen la oportunidad de impresionar esas mentes cerradas; los cristianos corrientes las encuentran diariamente.
Jesús alcanzó a la gente común que no podía identificarse con el sa­cerdocio, los fariseos o los saduceos. Ellos podían identificarse con Cristo porque este carpintero, alguna vez pescador y trabajador vestido con mo­destia, caminaba junto a ellos. La identificación con las masas permitió a Cristo penetrar en corazones endurecidos, con el mensaje del evangelio. Los discipuladores dedicados no pasarán por alto este paso importante.
Estudio industrioso. La identificación sola no es suficiente. Aun cuando esta conforma el fundamento irreemplazable para contactos adicionales con los incrédulos, solamente el trabajar junto a ellos pocas veces los intere­sará en el evangelio. Jesús estudiaba cuidadosamente a quienes invitaba a su Reino. Tan profundamente conocía a la mujer samaritana que ella excla­mó: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho” (Juan 4:29). Cuando Jesús describió a Natanael, este le preguntó: “¿De dónde me conoces?” (Juan 1:48). El término industrioso indica diligencia con trabajo duro, a conciencia y enérgico. Esto caracterizó el enfoque de Jesús para discipular. Trabajo duro sugiere, precisamente, que el discipulado auténtico no ocurre fácil o espontáneamente.
Biológicamente, el concepto de generación espontánea -que la vida ocurre misteriosa y aun accidentalmente- fue abandonado hace años. Tal vez, también deberíamos abandonar sueños de conversiones espontáneas. Conocer los intereses, los deseos, los sueños, las pesadillas, los chascos, los triunfos y otras características demanda trabajo. Este es un trabajo gratificador y placentero; pero es un trabajo; más bien que algo accidental o espon­táneo, está orientado intencionalmente. Algunas observaciones prácticas podrían incluir: 1) ¿Por qué esta persona es tímida o es gregaria? 2) ¿Cuáles son las pasiones que impulsan las decisiones y las acciones de esta perso­na? 3) ¿Qué podemos determinar, con respecto a los rasgos de carácter, la personalidad y las aspiraciones de esta persona? 4) ¿Cómo podrían influir, sobre las elecciones de esta persona, sus relaciones familiares? Recuerden que el término “familia” puede incluir amigos influyentes y familiares bioló­gicos. 5) ¿Cómo se relaciona esta persona con los asuntos financieros? 6) ¿Cuál es el trasfondo religioso o espiritual de esta persona? 7) ¿Cuál cree esta persona que es su propósito central? Obviamente, la lista podría exten­derse. El punto principal es que los discipuladores activos deben concen­trar intencionalmente su atención sobre estos factores que influyen en la toma de decisiones espirituales.
Consciente sugiere que la integridad espiritual subyace completamente en este proceso. Numerosos informes subrayan los peligros involucrados en conocer profundamente a otras personas, cuando la integridad está ausente.
Consejeros indignos, incluyendo algunos pastores, han utilizado ese extenso conocimiento para propósitos personales, que conducen a un compromiso sexual o a la codicia financiera. Un estudio consciente, sin embargo, está guiado solo por el deseo sincero de glorificar a Dios y guiar almas a su Reino.
Enérgico implica entusiasmo. El entusiasmo deriva de dos palabras griegas: en theós, que significa “en Dios". Dios ofrece energía divina, capaz de vencer todo obstáculo y elevar los espíritus pisoteados. Del aprendiz en la construcción del Reino divino se demanda nada menos que eso. Un empleador se dirigió cierta vez a sus empleados con estas palabras: “Los empleados que no estén ardiendo con entusiasmo serán echados... con entusiasmo”. Los creyentes genuinos están “ardiendo” en cuanto a la ganan­cia de almas. La divina energía y la excitación acompañan a aquellos que quieren guiar a otros a una relación salvadora con Jesús.
Diligencia indica persistencia o perseverancia; esa cualidad que nunca renuncia. Es como la actitud de Winston Churchill, que rehusó hacer rendir su país sin pelear. Es como Martin Luther King, hijo, marchando a favor de la igualdad, aunque le costó la vida. Es como el general MacArthur, rehusando aceptar la derrota, para retomar las Filipinas. En uno de los momentos más memorables en la historia olímpica de verano, el británico Derek Redmond, que tiene el récord de los 400 metros, entró en la carrera semifinal de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992, con la oportunidad de representar a su país en la competencia olímpica final. Desgraciadamente, se desgarró el tendón de detrás de la rodilla y cayó al suelo. Los camilleros corrieron para ayudarlo, pero Redmond los rechazó. Eludiendo a los guardias de se­guridad, Jim, el padre de Redmond, saltó del lugar de los espectadores a la pista. Se informó que el padre le dijo a su hijo: “Hijo, no necesitas terminar la carrera”; a lo cual el joven respondió: “Sí: yo tengo que hacerlo”. Tomados del brazo, saltaron cojeando alrededor de la pista, hasta la línea de llegada. Por todo el estadio, quienes no se estaban enjugando las lágrimas de sus ojos estaban dando al corredor herido y a su padre una ovación de pie.
Esa diligencia caracteriza la actitud de cada creyente, con respecto a la obra de conducir gente a Cristo. Pablo escribe: “Todos los deportistas se en­trenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre" (1 Corintios 9:25, NVI). Derek Redmond estaba tan dedicado a los ideales de su deporte que soportó el dolor hasta terminar la carrera. Que cada creyente esté tan dedicado al Reino de Dios y al llamado divino de hacer discípulos en cada nación que ejerzamos esa misma diligencia en nuestra vida.
Expresión irreprimible: No solo se identificó Jesús con la gente común y estudió su vida, sino también expresó en forma abierta y clara el evangelio utilizando historias familiares y metáforas reconocibles. ¿En qué evangelio hemos leído estas palabras, repetidas a menudo: “Bueno, no dije realmente nada, porque no quería parecer excesivamente agresivo u ofensivo"? Apa­rentemente, los escritores bíblicos nunca encontraron a Jesús excusándose de ese modo. Entonces, ¿por qué los que siguen a Cristo lo repiten con fre­cuencia? Cuán frecuentemente hemos escuchado: “Vivamos vidas buenas, seamos vecinos amistosos, compartamos algo de pan y recojamos el correo mientras ellos están de vacaciones. Notarán que somos creyentes. Si desean más información, seguramente harán preguntas”. Cuando los discípulos po­tenciales se identificaron con Jesús, el Salvador estudió cuidadosamente su trasfondo y conducta. Inevitablemente, les presentó el mensaje del evange­lio verbalmente.
Supón que los científicos desarrollaran automóviles que anduvieran con agua, como combustible. Estos vehículos serían enviados por todo el país a los distribuidores oficiales. Sin embargo, imaginemos que sus vende­dores mostraran una actitud de desgano y, en vez de promover activamente este avance tecnológico singular, adoptaran un enfoque pasivo. Limpiarían y pulirían los vehículos religiosamente. Los vidrios del salón de exposición estarían inmaculados. Los pisos brillarían. Aun los sanitarios estarían bri­llantes. Afuera, las flores serían regadas generosamente, y las aceras estarían bien limpias. Los vendedores se enorgullecerían de su ambiente higiénico, sano, sin contaminación y no adulterado. Se oiría hermosa música en el salón, mediante altavoces bien equilibrados. Agua resplandeciente fluiría de una fuente. Los vendedores vestirían en forma impecable.
Pero, su marquesina estaría vacía. No habría ningún anuncio sobre esos vehículos milagrosos. Usarían una metodología de anuncios no convencio­nal. No harían ningún anuncio. Cuando los potenciales compradores por accidente entraran en el salón de exposición, los vendedores estarían re­clinados cómodamente, sin hacer ningún esfuerzo por acercarse a ellos. Razonarían: “No debemos ser excesivamente agresivos u ofensivos; eso los podría echar. Hemos pulido el exterior cuidadosamente, pasado la aspira­dora en el interior, y distribuimos panes especiales sin cargo, en lugares con­venientes. Seguramente notarán nuestros productos superiores. Si desearan mayores informaciones, indudablemente harán preguntas”.
Supongamos que 997 clientes potenciales se molestaran en despertar a algunos vendedores que roncan, quienes debidamente los dirigen al geren­te de ventas del distrito. Raramente, pero en algunas ocasiones, el gerente está disponible. Estas visitas son fructíferas, y se realizan unas pocas ventas. Un cliente encantado celebra la maravilla del agua. Los informes mensua­les de ventas son enviados al gerente regional, quien fielmente recoge los datos... hasta que la concesionaria finalmente se declara en bancarrota. Los vendedores, ahora desempleados, se preguntan por qué un producto tan notable no se vende rápidamente.
A poca distancia, está el Centro de Automóviles Reacondicionados de Roberto, que vende viejos vehículos de alto consumo de combustible. Los técnicos de Roberto trabajan diligentemente, pero, obviamente, no pueden entregar productos comparables con los que están a disposición en las concesionarias de automóviles nuevos. A pesar de ello, los vendedores de Roberto son enérgicos, astutos y ostensiblemente agresivos. Su entusiasmo bulle más que la leche hirviendo. Cuando llegan los clientes potenciales, atraídos por los anuncios clasificados y la marquesina que anuncia gangas, los vendedores de Roberto los saludan, sonriendo, en menos de treinta se­gundos. Los vendedores destacan las virtudes de sus automóviles. “Clásicos” reemplaza el término “Anticuados”. “Opciones de pagos diferidos", “Tasas reducidas de interés”.
A pesar de esas limitaciones obvias, los vendedores de Roberto irradian calidez, escuchan con atención los deseos y las preocupaciones de sus clien­tes, y dan informaciones pertinentes acerca de sus productos. Las ventas cre­cen muchísimo. Lamentablemente, esas ventas facilitan el alza de los precios de la gasolina, por causa del consumo aumentado, y fuerzan una escasez de combustible... que fuerza aumentos de los costos del combustible. Una posterior guerra en la zona de los pozos de petróleo destruye miles de vidas jóvenes, causando bancarrotas internacionales y empobreciendo a los ha­bitantes que quedaron. ¡Si tan solo la filosofía de ventas de Roberto hubiera motivado a los vendedores del otro comercio de vehículos!
Cristo se dio cuenta, más que ninguno, de las consecuencias de pasar por alto las oportunidades espirituales. Agresivamente expresaba el men­saje del evangelio con palabras. Dejar de hacerlo hubiera significado de­sastres espirituales para las personas, y consecuencias terribles para las sociedades. Agresivo no significa ser violento ni hostil; la violencia y la be­ligerancia están también excluidas. Agresivo significa ser afirmativo y deci­dido. Los bomberos que resguardan una casa son insistentes, no aceptan compromisos y, a veces, se valen de la fuerza. Los creyentes, guiados con oración por el Espíritu Santo de Dios, pueden presentar el evangelio agre­sivamente, por cuanto el poder reside no en la fuerza de la presentación, sino en la poderosa naturaleza inherente de la Escritura, y depende de la operación interior del Espíritu.
Recuerda: el perfecto amor elimina toda intimidación. Cuando los creyen­tes comunican su fe motivados por el amor de Cristo, las amenazas de rechazo personal llegan a ser secundarias ante la misión de Dios de salvar a la gente perdida. La mujer samaritana inicialmente pasó de largo la invitación a la vida espiritual, pero se convirtió. Nicodemo evadió las preguntas penetrantes de Jesús, y pareció eternamente perdido; sin embargo, años más tarde, la semilla plantada en la oscuridad de esa noche floreció, pública y eternamente.

Desgraciadamente, no todos ceden su vida. El aristócrata joven rico, con tristeza, rechazó la invitación de Cristo; pero esto no pudo desanimar a Cris­to de invitar a otros. Jesús expresó de forma irresistible el evangelio, a pesar de los resultados. Los creyentes ordinarios del siglo XXI, consumidos por el deseo de alcanzar a sus vecinos, amigos y parientes, ciertamente seguirán su ejemplo.
Discipular a la gente comun Discipular a la gente comun Reviewed by FAR Ministerios on 2/04/2014 Rating: 5

No hay comentarios:

Algo que aportar, alguna impresion te causo este tema, cuentanos.

Con la tecnología de Blogger.